¿HA LLEGADO LA CRISIS DE IDEAS A LAS SERIES USA?
Que la tan manida etiqueta de "edad de oro de las series" está ya más caduca que la economía española de Champions no es ningún descubrimiento de hoy, ni de ayer, ni del año pasado, ni del anterior. Que la cada vez mayor proliferación de propuestas que intentan recuperar la buena estrella de hace relativamente poco nos arroja una ingente cantidad de productos abocados al fracaso, también. Que en consecuencia, las generalistas quieran jugar sobre seguro y rescatar o rehacer lo que funcionó en un pasado reciente o o en otro lugar del planeta, lo mismo. Esa tendencia supina del Hollywood del nuevo siglo al remake del reboot de la enésima secuela, otra evidencia aplastante, empieza a contaminar de manera algo preocupante a la pequeña pantalla.
Antes de nada, que no se me interprete por donde no es. Como ya afirmé en su momento en el estreno de The killing, el adaptar una serie existente a otro mercado o al momento presente no se trata tanto de una réplica, más o menos calcada, de un texto, sino en la importación de una premisa, un contexto y un punto de partida, sobre los cuales el producto derivado puede acabar construyendo perfectamente una identidad propia e incluso "emanciparse" de la semilla original. Desde la versión estadounidense The office como ejemplo más paradigmático a casos más vigentes como Shameless, Homeland (o lo que quedó de ella) y la propia The killing, con sus más y sus menos. A diferencia de textos cerrados, como las películas, la ficción seriada es maleable y cambiante, cuya evolución temporal puede acabar redefiniendo por completo el concepto base que importaron de otros.Tampoco incluyo aquí la resurrección de series a las que se les dio 'matarile' antes de tiempo, como Arrested development, ya que no se trata de una reedición sino de una continuación tras un largo parón.
Ejemplos en este último lustro hay por doquier. Destaca especialmente la importación de esa moda hollywoodiense del s. XXI de convertir en materia fílmica todo cómic de superhéroe o similares que se precie (Arrow, The Flash, Constantine, Agentes de SHIELD...), incluso "ampliando" el universo de los mismos en modo precuela (Gotham) o spin-off (Agent Carter). A partir de ahí, fórmulas mucho más simplonas y menos creativas, como el reciclaje directo de éxitos del pasado (La bella y la bestia, Dallas), con los estrepitosos fracasos (anunciados) de Los Ángeles de Charlie o Wonder Woman (que no pasó de un piloto convertido en paradigma del peor hacer televisivo) como casos más sangrantes, o la derivación de las mismas mediante el tan manido spin-off, una práctica habitual en las franquicias procedimentales, con dispar fortuna, y que ahora se ha probado con programas en plena vigencia, con mejor (Los originales, de Crónicas vampíricas) o peor destino (Érase una vez en el País de las Maravillas). Para dar de comer aparte fue The Carrie diaries: por si no hubiese sido suficiente el bochorno de Sexo en Nueva York 2, protagonista aventajada de los Razzie de 2011, pues The CW, muy en su línea, nos plantó una precuela adolescente de una serie que, pese a la evidente controversia suscitada, forma parte clara de la historia de la televisión contemporánea.
Por otro lado, tenemos la relación, no siempre productiva ni alentadora, con la pantalla grande. Intentos de adaptar al formato catódico títulos de culto o de éxito, más o menos recientes, resultan no pocas veces en estrepitosos fracasos (Napoleon Dynamite, Bad teacher, La tapadera), pero también en productos cuando menos eficaces (Sleepy Hollow, Abierto hasta el amanecer) o incluso en joyas con gran reconocimiento académico (Fargo), aunque ejemplos como el último constituyen más una excepción que una regla. Como de todo encontramos en el deportamente de importaciones: en el reverso de las mencionadas Shameless o Homeland, o incluso de sorpresas como Jane the Virgin, nos encontramos batacazos, olvidados de un día para otro, como Prime suspect o Lucky 7, así como destrozos de fórmulas que funcionaron bastante bien por estos lares: Los misterios de Laura, Pulseras rojas... y las que vendrán. Como también caras (Hannibal) y cruces (Drácula) se encuentran en la "reinvención" de personajes clásicos de la literatura universal ya explotados por el cine.
¿Dónde podemos poner entonces la frontera de la pertinencia y hasta "legitimidad" de las propuestas recicladas? Como bien decía William Goldman, nadie sabe nada en esta industria (en cualquier industria creativa por extensión). A falta de verdad absoluta, me permitiré el lujo de lanzar mi verdad relativa particular, que en este caso que me dice que todo producto es bienvenido mientras aporte algo, cuente algo nuevo o, si recicla algo viejo, que sea bajo un concepto novedoso o que al menos tenga algún aliciente adicional sobre lo que ya existe y puede ser revisitado sin necesidad de "actualización".
Pongamos esto mismo en práctica con alguno de los formatos que vienen o que han sido anunciados. Héroes fue una serie con un gran potencial que fue sentenciada a una agónica muerte, sin eutanasia previa, por la fatídica huelga de guionistas de la temporada 2007-2008. Las grandes posibilidades del universo diseñado por Tim Kring quedaron cojas y huérfanas, de ahí que se pueda entender ese pequeño intento de redención con la historia que esperemos que sea la tan demorada Heroes Reborn (estreno el 24 de septiembre). La misma consideración podría dársele a los tan anhelados, rumoreados y algo malditos regresos de Expediente X (enero de 2016, también bajo la fórmula de miniserie) o de Twin Peaks (que finalmente parece que se hará realidad en 2017, tras varios vaivenes de David Lynch). En ambos casos el riesgo de decepción ante el rescate de dos productos de auténtico culto y alta consideración es muy elevado, pero la avidez de un público con ganas de más tantos años después ha podido con dicho obstáculo natural.
Soltada todo esta parrafada, con precedentes de diferente naturaleza para poner en contexto, ahora finalmente os revelaré lo que realmente me lleva a firmar un artículo titulado con una pregunta tan categórica y tajante (no necesariamente retórica), que no es más que el anuncio de tres inesperados remakes televisivos, en fase de desarrollo, a lo largo del pasado mes de agosto. A golpe de 2015 no lo veo sentido ni la lógica, por mucho que los busque, a resucitar dos iconos catódicos de los noventa como El príncipe de Bel-Air, con todo lo que ha evolucionado la sitcom desde entonces, o Xena, la princesa guerrera, tras el abismal salto de calidad de la épica en la pequeña pantalla en el nuevo siglo, tanto en lo estético (Spartacus) como en lo narrativo (Juego de tronos). Pero la palma se la lleva, sin duda, el inexplicable y hasta paranormal revival de Prison break, un producto no sólo agotado sino lamentablemente estirado hasta la extenuación en su momento, tanto en el concepto, en la fórmula, en el desarrollo, en el interés despertado y en absolutamente todo. Si ya le sobraron dos temporadas a la original, ¿qué nos va a aportar una resurrección de la misma, aunque venga en formato de corto recorrido?
Con esta panorama, ¿tan desencaminada anda mi pregunta inicial?