75º aniversario de 'EL GRAN DICTADOR'
(versión en castellano al final)
El 15 de octubre de 1940, concretamente en Nueva York, el mundo vio por primera vez la que acabaría siendo una de las obras maestras indiscutibles de la historia del cine, testigo de un tiempo muy concreto pero con una vocación universal que trascendió no sólo la época, sino la pantalla, el propio medio, desde su primerísimo "The end".
¿Su creador? Aquel que decían que no tendría futuro en el cine sonoro, que alargó durante toda la década de los treinta su cine esencialmente mudo, mientras que el sonido disfrutaba una pronta consolidación. Ese mismo al que daban por agotado, por acabado, habló, vaya que si habló, con todas las de la ley, y en su primera película íntegramente sonora, previa jubilación de su legendario Charlot para desdoblarse en dos personajes antagónicos, entre la parodia y el humanismo, entre la hipérbole y la ternura. Tanto habló que nos brindó el mayor discurso que ha recogido jamás el medio cinematográfico, y la ficción por extensión, un monólogo que debería ser, si no lo es ya, de visionado obligatorio en cada escuela elemental del planeta, una vez al año cuando menos. Su alegato en defensa de la paz, la libertad, la dignidad y la solidaridad humana, colofón de una sátira atrevida pero cargadísima de razón y alma, no ha tenido parangón en los tres cuartos de siglo que han pasado ya desde entonces.
En una autobiografía publicada en 1964, afirmó que ni se le habría pasado por la cabeza realizar la película si hubiese conocido en ese momento los extremos del horror a los que llegó el III Reich. Pero, caprichos de la historia, la sucesión de acontecimientos fue la que fue, y más valor quizás todavía para que se nos recuerde de una manera tan constructiva, desde la carcajada generalizada hasta la lágrima final, lo que la humanidad no debe volver a permitir que ocurra. Eso, y el discurso final, válido para cualquier época y cualquier lugar del mundo, fuera relativismos facilones de pacotilla, que no falte.
Por otros 75 años con el mismo siempre en la memoria, por que perdure hasta el fin de los tiempos.
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