EL LEGADO DE AVATAR
LA ERA DEL RELIEVE
Confirmado. El éxito incontestable de Avatar, de la que ya se puede decir que es al 3-D lo que en su momento fue Lo que el viento se llevó al cine en color, corrobora que la industria le ha ganado un importante asalto a la piratería, principal razón de ser de esta deseada, meditada y necesitada (por la propia industria) nueva forma de exhibición. Y es que tienen por delante un oxigenado camino llevando las de ganar, hasta que los dispositivos domésticos que emulan este novedoso (para el gran público) y exultante espectáculo se hagan accesibles y asequibles a un conjunto relativamente amplio de la población.
La verdad es que no estamos, ni mucho menos, al final del camino. El 3-D aún tiene mucho que avanzar y que explorar (al igual que la película en color fue descubriendo progresivamente jugosas posibilidades del espectro cromático), bastante lejano todavía de esa utopía, quizás no tan lejana, que es la pantalla en 360º (o 270º), en la que cada espectador, con su libre albedrío, configure de alguna manera su propia película en cada visionado, escogiendo en cada momento qué ver y qué no, en definitiva, establecer el campo y el contracampo a su antojo.
Avatar no monopoliza el 3-D en absoluto, es más, sólo lo emplea en poco más de un tercio de los planos. ¿Cuál es entonces la ‘revolución’ en el propio lenguaje? La respuesta está en la profundidad de campo. La tecnología 3-D logra multiplicar las posibilidades de este elemento narrativo, enfocando los elementos del fondo y dejando el primer plano en un intenso relieve, que de seguro será más intenso con los años. De esta manera, lo que antes eran importantes detalles pasan ahora al centro de la atención, con especial mirada al enfoque selectivo, que a partir de ahora dará mucho más juego que nunca.
En los primeros compases de la película, toda una dignificación de ese subgénero emergente que es la epopeya ecologista, nos parece que Cameron sólo utiliza ese relieve de una manera ilustrativa, de acorde a una teórica coherencia de esta nueva representación espacial. Pero poco a poco, cada nuevo plano ‘mejorado’, con relieve, esconde unas sutiles pero reconocibles intenciones narrativas, llegando incluso indispensables para una adecuada lectura del plano, la secuencia, y a veces, hasta el entero texto fílmico. Aparece como elemento indispensable a la hora de dibujar esa aura preciosista con la que impregna el mundo y las criaturas de Pandora, destacando, mediante logradísimos planos detalle, pequeños elementos de esa cadena, esa sinergia total que hace funcionar ese universo, esa réplica de la belleza y la perfección en los que se sumerge el cuerpo imperfecto del protagonista a través de ese interfaz ideal que da título al film. O como el enfoque selectivo y la distorsión del punto de vista ocular alcanzan su punto álgido a la hora de contarnos la moraleja de esa derrota de un tiránico y sórdido universo real ante la nueva era de ese universo virtual que sirve de espejo a la civilización acomodada pero subconscientemente escéptica, como si de una fábula del mundo animal se tratase.
Ahora bien, esta era del relieve tardará bastante en generalizarse, mucho más que el sonoro o el color, y aún entonces, será fuerte el grupo de ‘resistentes’, dentro de la industria y sin que sea por motivos económicos, que continúen con las dos dimensiones. Es obvio que el cerco estará restringido, de momento, a las superproducciones de naturaleza fantástica o de ciencia ficción. Atención a Alicia en el país de las maravillas, la esperada nueva película de Tim Burton, que combinará igualmente la acción real con la captura de movimiento: con estreno fijado el 5 de marzo, tiene todas las papeletas para convertirse en el segundo gran bombazo de las tres dimensiones, y al mismo tiempo, una oportunidad para evaluar la durabilidad y efectividad de esta revolución en la industria de la exhibición en salas.
Me gustaría asimismo dedicarle una mirada a las posibilidades de esta profundidad de campo incrementada en el género bélico, sobre todo para las escenas de batalla. A través de recreaciones fidelísimas en relieve del humo, la sangre, los disparos o la tierra, la capacidad de este cine para transportar al espectador al núcleo del campo de batalla y hacerle sentir la guerra en sus propias carnes, puede tener tal magnitud que con seguridad estaremos ante el auge de la tendencia hiperrealista, que por otra parte, llevada al extremo y en las manos equivocadas, puede llegar a degenerar sin remedio, convirtiéndose en un vehículo del morbo y el sadismo más infame e inmoral. Tres cuartos de lo mismo para el género del western, que está viviendo un paulatino renacer.
Pero el desafío más importante de esta nueva era de la exhibición, el que nos confirmará su triunfo (o estancamiento y posterior derrota) definitivo, aparecerá a la hora de convivir con las categorías más tradicionales del cine, las más puras, es decir, el drama, la comedia (o incluso el documental). Será determinante saber si ese tipo de cine acepta esta novedad en la exhibición como un recurso narrativo, o la rechazará sin más, considerándola un mero vehículo para un espectáculo de luces y sonidos. Creo sin duda que el relieve, la profundidad de campo mejorada, puede ofrecer una intensidad dramática (o cómica) sin precedentes. Por ahora sólo queda esperar y ver cómo se suceden los acontecimientos.
Felicidades tío, es un gran artículo. Creo que señalas claves importantes acerca de qué puede y debe aportar el 3D ya no sólo a la industria cinematográfica, sino a su propio estatus de lenguaje.
Un abrazo amigo