CUANDO MARZO MAYEA, MAYO MARCEA – ‘LOS IDUS DE MARZO’, de George Clooney
LOS IDUS DE MARZO – The ides of March (2011) de George Clooney
En estos tiempos que corren, con escándalos políticos y financieros a la orden del día, parece que la corrupción se ha convertido en deporte. En épocas de crisis, tanto económicas como ideológicas, se suceden las cazas de brujas y el personal se calienta con razón al conocer los patrimonios de ciertos banqueros, diputados y demás canallas“demasiado grandes para caer”. Un “señorito” habla (menospreciando el espíritu de trabajo de parte del sector agrícola) y sube el pan, varios políticos hacen ahora su discurso ante un juez, un yerno espabilado (de sangre azul y grana) pone en jaque al rey y los partidos de izquierdas son la “mano derecha” de los mercados. Los idus del pasado mayo en España dieron el testigo a otros países e indignados de medio mundo salieron, cabreados, a la calle. ¿Pero acaso no lo sabíamos ya, que esa gente está ahí para llenar sus bolsillos de dinero y nuestros oídos de mentiras? Sea como fuere, los medios se siguen alimentando hoy de cohechos, malversaciones, conspiraciones, fraudes e intrigas... y el cine también les sabe sacar partido.
Hacía tiempo que Clooney había conseguido quitarse la etiqueta de “sólo-una-cara-bonita”. Pertenece a esa raza de estrellas de Hollywood, junto con DiCaprio o Pitt, empeñadas en demostrarnos que, aparte de llevárselas a todas de calle, son muy solidarios y están muy implicados en todo tipo de causas humanitarias. Les duele la injusticia, la desgracia ajena y la cara, de ser tan guapos... Un “Rat Pack comprometido”, vamos. De hecho, da la sensación de que el bueno de George ha aceptado vestirse de Danny Ocean, Dr. Ross o Bruce Wayne (qué bat-crimen) para labrarse un nombre en el mainstream y contarnos, ahora sí, lo que a él le apetece contar, como actor y director. Después de unos primeros tanteos con Soderbergh o los hermanos Coen, sus papeles en Syriana y Michael Clayton así lo demuestran. Estrenó la batuta de director en Confesiones de una mente peligrosa, con guión de Charlie Kauffman, y se consagró pronto con una lúcida mirada en blanco y negro sobre el macarthismo, Buenas noches y buena suerte, que despejó toda duda sobre su oportunismo tras las cámaras y confirmó su status de realizador serio. A pesar de ser un actor muy solicitado, parece tener tiempo para apoyar públicamente la candidatura de Barack Obama, para luchar por la democracia en Sudán y hasta para una merienda-cena con Bono y Kofi Anan si hace falta. Y, entre tanto compromiso, ha buscado un hueco en su apretada agenda para acometer una nueva película, Los idus de marzo, tema que ahora nos ocupa.
La cinta, que adapta la obra de teatro de Beau Willimon, relata parte del proceso previo a unas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América, país vertebrado en un bipartidismo galopante. Es decir, nada nuevo bajo el sol. No olvidemos que esta cuestión y otros derivados ya habían sido llevados al cine en numerosas ocasiones, unas más inspiradas que otras: campañas electorales (El candidato, del “susurrador de caballos” Robert Redford), biografías más o menos amables (Nixon o W., ambas de Oliver Stone), escándalos ficticios con tintes realistas (Primary colors de Mike Nichols y La cortina de humo de Barry Levinson),... Hasta algunos Grandes Clásicos, con mayúscula, han tratado el tema de soslayo: Ciudadano Kane, de Orson Welles, o Taxi driver, de Martin Scorsese. La pequeña pantalla también ha entonado su “barras y estrellas” particular con El Ala Oeste de la Casa Blanca, de Aaron Sorkin. Pero ha sido sin duda The Wire, con el característico ojo clínico de David Simon, la que ha hecho comprender a un servidor (entre otras muchas cosas) toda la complejidad y profundidad que pueden suponer unos comicios, aunque éstos sólo ocupen una pequeña parte de la trama global de la serie.
En Los idus de marzo nos ponemos en la piel de Stephen Meyers (Gosling), miembro de la dirección de campaña de un gobernador demócrata (Clooney) que aspira a la presidencia de su país. El protagonista, motivado en un principio por su ideología, cree estar apostando al caballo ganador. Pronto, a raíz de las complicaciones que desencadena un breve escarceo con su rival, descubrirá que en política no hay buenos y malos; más bien sólo hay malos. En un mundo donde todos tienen algo que ocultar y los secretos valen su peso en oro, la lealtad se vende al mejor postor. Y este juego sucio entre predadores, demócratas y republicanos, es seguido de cerca por una “desinteresada” prensa, más pendiente de ocuparse de la carroña que de informar al pueblo. De este modo, el joven asesor acaba entendiendo, de forma un tanto trágica, la verdadera forma de sobrevivir en esa despiadada jungla.
La película viene harto acreditada por una dirección y un reparto impecables. Un Ryan Gosling contenido y preciso. Unos Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman que, con apenas unas pinceladas, son capaces de recordarnos por qué son quienes son. Unas Evan Rachel Wood y Marisa Tomei a la altura de las circunstancias. Un George Clooney con muchas tablas, desdoblado en sus papeles detrás y delante de la cámara. Y, con todo, la historia me sabe a poco. Es cierto que algún momento se resuelve (casi por omisión) de la mejor de las maneras, pero, en última instancia, las intenciones del realizador quedan un poco en el aire. Aún así yo le deseo a éste Buenas noches y buena suerte, hasta la próxima.
P.D.: El título del film, que no comparte con su referente teatral, hace referencia a los días de buenos augurios del calendario romano, que coincidían los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre. 15 de marzo es el día de las elecciones en la película y 15 de mayo fue la fecha en que muchos españoles manifestamos nuestro descontento con la clase política. El recuerdo de ambos momentos, tanto en la realidad como en la ficción, no me permite hoy demasiada esperanza y me confirma aquel negro pronóstico que escribió Shakespeare en su obra Julio César: “¡Cuídate de los idus de marzo!”.
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