SEGUNDAS PARTES PUEDEN SER GLORIOSAS - ORANGE IS THE NEW BLACK
ORANGE IS THE NEW BLACK - 2ª TEMPORADA
Que Orange is the new black fue, con su primera temporada, la mayor revelación televisiva del año pasado, no es ningún secreto. ¿Su receta? Una combinación de grandes actrices, mejores personajes y una cabeza pensante detrás del proyecto, Jenji Kohan, que ya demostró con Weeds que sabe hacer un tipo de televisión ocioso, entretenidísimo, divertido y, a ratitos, profundo. La diferencia de Orange con la serie de Mary-Louise Parker es que, si bien sus personajes principales son mujeres (Nancy Botwin y Piper Chapman), la primera se movía en un "mundo de hombres" (término que merecería una aclaración, aunque no voy a hacerla) y la segunda se mueve en... bueno, en un correccional de mujeres.
La primera temporada de Orange nos regaló una cantidad de personajes tan brillantes que cuesta encontrar un repertorio (y un reparto) igual en otra serie. Red, Nicky, Crazy Eyes, Taystee, Pennsatucky, Morello, Sophia, Boo,... Mujeres tridimensionales, con voz y ambiciones propias, ninguna igual a otra. El interés del público en estos personajes era tal que el espectador se preguntaba si la serie podría existir sin su teórica protagonista, Piper. La segunda temporada nos aclaró está duda. Y la respuesta era sí.
Tras un 2x01 protagonizado casi en exclusiva por Piper (Taylor Schilling), el drama volvió la mirada al resto de reclusas de Lietchfield. El foco pasaba a estar en el grupo, siendo además la trama dominante aquella en la que la villana de turno, Vee, amenazaba con acabar con la unidad de las reas y el equilibro de ese peculiar microcosmos carcelario.
El personaje de Vee (interpretado por Lorraine Toussaint) es de libro: el villano que introduce el conflicto en la historia y pone en jaque la armonía de los protagonistas. ¿Le hacía falta un personaje así a una serie que durante su magnífica primera temporada se las había ingeniado para generar tensión sin recurrir a una figura malvada? Ni hacía falta, ni sobra. Sin embargo, resulta llamativo que el de Vee sea el único personaje con el que no se nos permite empatizar. Jenji Kohan y su equipo nos dibujan un monstruo odioso, el Mal sin fisuras, y se olvidan de dar al espectador algo a lo que agarrarse, un resquicio de humanidad que nos haga siquiera comprender las motivaciones de la persona detrás de sus actos. Se puede decir, pues, que Vee es el personaje más unidimensional de la serie, y no porque la aplaste una furgoneta, que, bueno, también.
Aún con su escasa profundidad estructural, o tal vez gracias a ella (por impredecible), la mala malísima se las ingenia para poner al espectador los pelos de punta y de muy mala leche. Porque las reclusas de Lietchfield son un poquito nuestras y no queremos que alguien que no sea ellas mismas altere ese mundo penitenciario con el que nos hemos familiarizado y que hemos llegado a amar.
Sin embargo, el show de Vee se ve eclipsado por un pequeño gran personaje que, literalmente, arrolla a la supervillana. Rosa Cisneros (Barbara Rosenblat), la atracadora de bancos más desgraciada y gafe, asesina involuntaria, de corazón joven y cuerpo enfermo. Uno de los mejores y más tiernos personajes que ha dado la televisión en 2014, una robaescenas, robacapítulos y robacorazones. ¡Que la misma Justicia que llevó a Rosa a prisión le otorgue a Barbara Rosenblat el Emmy 2015 a la mejor actriz invitada!
La fuga final de Rosa no sólo es el broche perfecto para la segunda temporada de Orange is the new black y un ejemplo de justicia poética; también es un compendio de todas las virtudes que hacen de la serie el excelente referente televisivo que es: emotividad, dramatismo y comedia. Y una paradójica sensación de libertad.
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