LA PEOR CANTANTE DEL MUNDO - 'MADAME MARGUERITE', de Xavier Giannoli
MADAME MARGUERITE – Marguerite (2015) de Xavier Giannoli
Nos han vendido que si tenemos un sueño y trabajamos dura y apasionadamente para alcanzarlo, al final todo saldrá bien, triunfaremos, viviremos felices y comeremos perdices. Lo que pocos se atreven a decir es que, a veces, el hecho de que algo nos entusiasme no significa que vayamos a ser buenos en ello. El trabajo duro es importante, pero no hay que olvidar aquello llamado talento, o don, esa cosa tan rara que le viene dada a uno al nacer. Tal es el caso de Marguerite Dumont, una aristócrata francesa que en los años veinte deleitaba/torturaba a amigos y familiares con sus desafinadas y chirriantes versiones de Mozart, Beethoven y compañía.
La pobre Marguerite era una amante incondicional de la música, llegando a coleccionar miles de partituras originales y piezas de atrezo de óperas famosas, pero carecía de dos cosas fundamentales: el oído y la voz. Que no daba una nota en su sitio, vamos. Pero como ella no se percataba, como se creía que cantaba como los ángeles, sus amigos le aplaudían, le seguían la corriente. "Has estado divina, Marguerite", le decían, y ella como loca de contenta, claro. Hasta que un día decidió que su voz era demasiado deliciosa para privar al mundo de escucharla y se propuso darla a conocer más allá de su círculo íntimo.
Madame Marguerite es una comedia inevitablemente dramática. La perfecta actuación de Catherine Frot convierte a Marguerite en un personaje ingenuo y entrañable, una mujer que destroza sistemáticamente, sin saberlo, cada una de las piezas que con desafortunada pasión interpreta. El espectador aguarda impaciente el enésimo desastre de la protagonista sobre un escenario, pero al mismo tiempo desarrolla cierto sentimiento protector hacia esa mujer que vive en una mentira conspirada por su entorno cercano y miembros del servicio que jamás se han atrevido a decirle que eso que tanto le apasiona se le da catastróficamente mal. Pero es que a esa pobre mujer con la capacidad vocal de un ornitorrinco no sólo cantar se le da mal: su vida amorosa tampoco es que sea el paradigma de un cuento de hadas. Casada con un hombre que le es infiel y a quien trata constantemente de impresionar, Marguerite vive recluida en ese mundo de fantasía que es su salvación y su perdición.
Xavier Giannoli despliega una puesta en escena elegante y sobria, dejando que la estridencia corra a cargo de su protagonista. Es un trabajo maduro en el que consigue encontrar un lúcido equilibrio entre las luces y sombras de esta increíble historia basada en hechos reales. La comedia y el drama caminan de la mano y uno no sabe si reír o llorar, porque sueños tenemos todos pero el talento es cosa de unos pocos. Merece la pena ir al cine aunque sólo sea por escuchar la peor versión imaginable del aria de La reina de la noche.