TERRORISTAS DE MEDIO PELO – ‘FE DE ETARRAS’, de Borja Cobeaga

FE DE ETARRAS (2017) de Borja Cobeaga

Comedia = Tragedia + Tiempo. Esa fórmula mágica pronunciada por el personaje de Alan Alda en Delitos y faltas que resulta de controvertida aplicación dado lo relativo de la magnitud del tiempo. ¿Cuánto tiempo debe pasar para hacer humor de algo irremediablemente trágico? Nadie lo sabe y con la demencia censora de nuestro tiempo uno no tiene garantías de salir airoso judicialmente ni de chistes con la quema de Juana de Arco ni de una sátira sobre las mujeres de Enrique VIII. Así que, para no complicarnos más, digamos que el tiempo suficiente será el que le lleve a unos creadores y productores dar el paso de saltar la línea, y que sea lo que tenga que ser.

El cine puede y debe ser testigo de su tiempo pero también redentor del mismo, ya que dispone de un potencial de catarsis colectiva incalculable, por la rápida fijación de la imagen en la memoria y su gran penetración en el imaginario popular. Así pues, una sociedad que es capaz de reírse a carcajada limpia de sus traumas recientes es una sociedad que los ha sabido superar y que no permite que esos fantasmas del pasado, aunque reciente, la sigan carcomiendo. ¡Y que le den por saco a todos esos cenizos que parecen empeñarse en revivir esos mismos fantasmas día tras día, sin otro fin que un mayor rédito político o mediático!

Superado este necesario preámbulo (que actúa también a modo de descarga de responsabilidad, por si acaso), empiezo destacando que nadie mejor que Borja Cobeaga y Diego San José para acometer el reto arriba descrito, que combine en su justa medida osadía y sutileza, descaro y latencia. ¿Quién podría imaginar hace diez años, o incluso cinco, una comedia negra que nos relatase las desventuras de unos etarras acérrimos, de la línea más dura, en clave de ese gran subgénero de las comedias de ladrones torpes y “planes maestros” de resultado catastrófico? ¿Quién podría ver un piso franco como escenario del humor y la historia de ETA (y de otras bandas terroristas) convertida en piezas de comedia verbal e incluso en metáforas de una tensión sexual no resuelta? Todo ello, naturalmente, con hilarante resultado.

Los responsables del mayor éxito comercial de la historia del cine español dan un doble salto mortal hacia delante y de aquella comedia de base costumbrista y folclórica pasan ahora al humor negro del bueno, del mejor, que actualiza a la vez la tan manida pero sempiterna picaresca española (¡hala, los he llamado españoles!), desde Atraco a las tres hasta Pepe Gotera y Otilio. Pero lo mejor de todo, ya incluso si nos emperramos en verle un plano moral a esto, es que el relato no necesita justificarse, no necesita ese final con letras en plan “no pretendemos ofender a nadie”, ya que, en última instancia, bajo ese humor negro y a ratos esperpéntico subyace el absurdo y el sinsentido del terrorismo y de su gasolina ideológica y cognitiva.

No quiero cerrar este texto sin dedicárselo a los lobbys ultraconservadores (y filofascistas) de este nuestro país y a su ruidosa (y subvencionada) caverna mediática afín, y prevenirles del más que probable “efecto Streisand” que podría provocar un boicot suyo a esta película (los maquinistas promocionales de Netflix no son tontos y ya aprovecharon ese mismo momentum). Si sacan su bilis y la vocean por sus amplificadores, la "harán oír" aún más, harán que llegue a más público. Si no, si deciden sentarse a verla y reírse, pues me alegro por ellos.

Ficha técnica

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