IN MEMORIAM ERNESTO CHAO (1943-2018)
“E logo din que o parvo son eu!”
Nunca se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, lugar común pero nunca exento de razón. En esa fase hipster y cultureta por las que todos pasamos alguna vez, entre los últimos años de instituto y la práctica totalidad de nuestra vida universitaria (o más allá) renegábamos del “humor tonto” de Pratos combinados (1995-2006), la sitcom por excelencia de la TVG… mientras nos desataba carcajadas en la intimidad o nos mordíamos la lengua cuando nos entraban las ganas de soltar alguna de las tantas frases y expresiones que dejó para la posteridad Miro Pereira, su inolvidable, inigualable y entrañable protagonista.
Hoy nos ha dejado su alter ego en la vida real, el ribadaviense Ernesto Chao, lo cual nos deja un vacío melancólico en recuerdo de todos esos momentos de risa (cada vez menos culpable), que nos dejó Miriño, propietario del Bar Suízo. Se ve la persona que le dio vida, pero queda un legado que toca revindicar. Un legado cuyo máximo exponente se encuentra en una extensa colección de chascarrillos con los que creció toda una generación de gallegos, esa 'generación Xabarín' que en Pratos combinados encontraba el momento de asomarse a la cadena autonómica con el resto de la familia, tanto los mayores, copartícipes del fenómeno, y los más pequeños, reeducados en las reposiciones. ¡Qué tiempos aquellos de infancia y preadolescencia, en la era anterior a HBO, Netflix, cosecha de 2004 y todo estaba por venir, cuando consumir televisión era otra cosa!
Toda esa retahíla de frases lapidarias que aún a día de hoy, más de una década después, siguen siendo replicadas y sacadas de la manga en conversaciones coloquiales por toda Galicia: desde los hogares a las barras de bar, en la calle y en el trabajo, al nivel de recurrencia y versatilidad de cualquier diálogo o gag de Los Simpson, Friends o Cómo conocí a vuestra madre. "Me cagho no mundo", "abogado das silveiras", "nin que isto fora un bar"… la lista tiende a infinito. Los visionados de las reposiciones (oxígeno de la TDT) se convertían en verdaderos rituales, esperando a que cayese alguno de sus ya legendarios chascarrillos. La serie creada por Xosé Cermeño normalizó en una Galicia castigada por la diglosia insultos autóctonos y genuinos de todo tipo, lo suficientemente sonoros como para crear impacto pero sin llegar a la grosería.
En definitiva, no sólo diría que Miro Pereira fue el Homer Simpson gallego, sino que fue una suerte de Groucho Marx… con una inteligencia diferente, divergente, socialmente mal conceptualizada. Fuente de frases lapidarias dignas de epitafios, la quintaesencia de las catchphrases.
Así y todo, pese a la alargada sombra del barman más famoso de Galicia, Ernesto Chao fue mucho más que Miro Pereira. Encontró su mayor vehículo de creación y expresión en el teatro, dirigiendo el Centro Dramático Galego y fundando su propia compañía, Lagarta Lagarta, junto a su mujer, la también actriz Rosa Álvarez. Encarnó a Ramón Sampedro mucho antes que Javier Bardem, en el telefilm Condenado a vivir. Fue uno de los fundadores de la Academia Galega do Audiovisual y su primer presidente. Y recientemente dio vida a Xerardo Fernández Albor en Fariña, y curiosamente falleció apenas semanas después que el expresidente de la Xunta. Además, en la serie de Atresmedia compartió plató con Antonio Durán Morris, igualmente célebre por Pratos combinados, en la que hizo las veces de Antón Santos, cuñado y compañero de fechorías (siempre fallidas estrepitosamente) de Miro Pereira. Ambos formaron la “extraña pareja” más célebre que ha brindado la ficción audiovisual gallega.
Ya antes lo creía y lo pregonaba, pero desde hoy lo grito con mucha más energía y convicción: ¡que viva Miro Pereira!