EL HOMBRE DEVORADO POR EL MITO… Y POR LOS MEDIOS – ‘ANELKA EL INCOMPRENDIDO’, de Franck Nataf
ANELKA EL INCOMPRENDIDO – Anelka: l’incompris (2020) de Franck Nataf
Quizás esté demasiado reciente la sensacional miniserie El último baile como para esperar que el próximo documental sobre deportistas se centre en los grandes genios o conjuntos de la disciplina de turno. Pero no, cada conquista de la gloria deja atrás un sinfín de derrotas, de fracasos, de decepciones, de "lo que pudo haber sido", todo eso que la historia y el imaginario colectivo olvidan rápidamente. Y este nuevo producto de Netflix se centra en el futbolista francés Nicolas Anelka, uno de tantos deportistas rebosantes de talento cuyo legado final se sitúa muy por debajo de todo el potencial que prometían.
Ahora bien, Anelka el incomprendido, pese a lo engañoso de su título, no trata, en última instancia, de un mero lavado de cara, centrado en la faceta puramente deportiva, sino que se adentra en toda la dimensión mediática, social y hasta política que rodea a este espectáculo de masas. Pese a sus evidentes intentos por relativizar las malas decisiones y pésima actitud que llevó al delantero a estar siempre por debajo de lo que se esperaba de él, el documental lanza su dardo final, afilado y certero, a una prensa deportiva asquerosamente sensacionalista y las manipulaciones que pusieron el último clavo en la tumba de su carrera.
A modo de escueta tesis, el documental emplea buena parte de su metraje en definir la construcción del mito de un jugador veleta y problemático (lo que en buena parte fue) para luego, en su tercer acto, introducir la premisa central e inmediatamente las conclusiones. Una portada torticera y difamatoria del diario L’Équipe, basada en unas palabras inventadas (desmentidas incluso por la parte presuntamente insultada, el seleccionador Raymond Domenech, aunque varios años después y con el daño ya hecho) bastó para distraer la atención del lamentable papel de la selección francesa en el Mundial de Sudáfrica de 2010 (eliminada a las primeras de cambio) y centrarlo en la rebeldía de Anelka, su expulsión de la concentración (avalada incluso por el presidente Sarkozy) y el consecuente amotinamiento del resto de jugadores.
El fútbol de selecciones se reviste inevitablemente de orgullo nacional y desde ese momento, máxime en un país tan chovinista, se convierte en una cuestión de Estado. Francia se aproximaba a un nuevo fracaso en una cita mundialista, quedando ya lejanos sus mejores años, y desde la prensa necesitaban un chivo expiatorio para dirigir la mirada hacia otro lado. La fama de Anelka como cabeza loca (que el propio jugador se ganó a pulso, pero los medios contribuyeron a amplificar) y su predecible reincidencia se lo sirvieron en bandeja, pues no había "diana" más fácil ni más creíble ante la mirada del gran público. Y aun así, tuvieron que recurrir a la mentira, a la invención para cumplir su objetivo. La Justicia miró para otro lado. Era la antesala de la era de las fake news que a día de hoy ya se nos han ido por completo de las manos.
No, Anelka no llegó a ser el jugador excelente que aspiraba a ser, muy por debajo de otros delanteros de su generación como Henry o Drogba (que aparecen en el documental) y muchos otros. En cambio, se convirtió en un journeyman de libro, habiendo militado, a nivel profesional, hasta en doce equipos distintos, hasta en siete países. Pero supo disfrutar allá donde fue, vivió y vive cómodamente haciendo lo que le gusta, siendo un padre y esposo feliz. Al menos no fueron capaces de hundirlo a nivel personal y eso es algo que, a día de hoy, parece hasta motivo de celebración.