HISTORIA (UNIVERSAL) DE UN REFUGIADO - ‘FLEE’, de Jonas Pohar Rasmussen
FLEE (2021) de Jonas Pohar Rasmussen
Si las fronteras entre ficción y documental y su manifestación a través de formas híbridas como el docudrama o recursos como la dramatización son un terreno de muchas arenas movedizas de por sí, añadir a la ecuación la dicotomía entre la animación y la imagen de acción real parece un desafío sólo apetecible para creadores muy locos o demencialmente ambiciosos. Pero, por suerte para los espectadores, hay cineastas que se atreven a transitar por estos senderos tan tenebrosos y el resultado sale bien o, como es este caso, muy bien.
En su cuarto largometraje, el danés Jonas Pohar Rasmussen encuentra en la animación el vehículo expresivo ideal para huir del morbo del testimonio filmado en primerísimo plano, de la frialdad del encadenamiento de imágenes de archivo y de la artificialidad de las escenas dramatizadas. En una línea que puede recordar a la también aclamada Vals con Bashir, el cineasta nos introduce en la crudeza del drama de los refugiados a través de una historia real y particular, la del afgano Amin Nawabi y su familia, pero que podría ser la de cualquier otra persona que haya tenido que pasar por unas vivencias de ese calibre, fuesen cual fuesen sus circunstancias de tiempo lugar.
El otro gran acierto del director –y del propio Nawabi, que exterioriza sus vivencias a través de aquel- es el de acercarnos a este fenómeno pero no desde la lástima y la piedad de quienes jamás han temido por su vida, sino desde la comprensión y, especialmente, la empatía. Este refugiado no es sólo una persona que ha tenido que abandonar su hogar y su familia buscando algo tan básico como la supervivencia, sino también un hombre que hasta bien entrada su adolescencia vivió convencido de que su homosexualidad era una enfermedad, una vergüenza para su familia; también un hombre que afronta su mayor reto profesional hasta la fecha, mientras supera los traumas y las secuelas que le dejó su particular drama personal y a la vez que se enfrenta a las dudas que le produce el matrimonio y el inicio de una nueva vida junto a su pareja.
El vía crucis al que se tiene que enfrentar cualquier refugiado es algo lo suficientemente serio y calamitoso como para edulcorarlo continuamente desde el sensacionalismo, la búsqueda del impacto fácil y el clamor superficial, por un lado, y el discurso indiscriminado de odio en clave de arma política arrojadiza, por el otro. Por eso Flee no es sólo una gran película y un documento histórico y social, sino también una lección moral.
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