SEVILLA 2020: LA CRÓNICA (I)
MUJEREANDO: EL DOCUMENTAL QUE TIENEN QUE VER LOS VOTANTES DE VOX
Pilar, Tamara, Emilia, Rosa, Candela, África, Charo, Macarena y Estrella son los nombres de algunas de las mujeres víctimas de violencia de género que participan en Mujereando: el quejío de una diosa (Carmen Tamayo, 2020), un documental que no es un documental, sino que se trata de la inmersión en la realidad inclemente de mujeres que, tras sufrir malos tratos por parte de sus exparejas, lo perdieron todo y llevan años sin hogar. Algunas, más de cuatro décadas en la más absoluta de las soledades, con la connivencia de las administraciones de todo signo que han pasado por los gobiernos de aquí y de allí. Un drama sin excusas, inadmisible, injustificable. Un drama que se antoja mudo. ¿Cómo es que no habíamos oído hablar de esto? Posiblemente no sea tan mudo y somos nosotros quienes hayamos hemos hecho oídos sordos.
Charo, Macarena, Tamara, Pilar, Estrella, África, Rosa, Candela y Emilia. Es importante escribir sus nombres porque dándole nombre a las personas se las dota de alma. El alma que la sociedad no ha querido ver en ellas y que las ha convertido en invisibles. Almas rotas, en este caso, por la realidad tan tremendamente -sin paliativos- devastadora en que han vivido durante tantos años. Almas heridas. Personas, al fin y al cabo, a las que hasta ahora se les ha negado una segunda oportunidad y cuyo error fue, en la gran mayoría de los casos, casarse con la persona equivocada y verse en una situación de dependencia económica absoluta.
Mucho más que un documental: una terapia
Mujereando: el quejío de una diosa es, por su parte, una iniciativa de Cuenta 3 Comunidad Creativa y la Fundación RAIS y dirigido por Carmen Tamayo, que coordina no solamente el proyecto teatral y de trabajo social, sino que es también quien lleva la batuta de este documental. Quién mejor que ella, su forma de trabajar con las protagonistas es tierna, constructiva y, aunque parezca imposible, derrama ilusión y abruma al espectador por ser tan positiva, convirtiéndose en el ángel protector que acompaña a las protagonistas durante todo el camino. Su mirada tierna y su voluntad esperanzadora también es palpable en el documental. Carmen tiene una luz blanca que destella un poco, a lo mejor por eso acabé con los ojos húmedos y con el corazón en un puño durante toda la cinta.
“¿Por qué me miráis tanto? ¿Por qué me miráis, y no veis nada? ¿No veis que sufro? ¿No veis que me muero?”
Al respecto de nuestras protagonistas, todas vienen del mismo sitio: de un devastador infierno. De verse solas. De verse entre cartones. De verse al borde de la muerte. Y de encontrarse con el mayor de los desamparos que podemos imaginar, con una sociedad que las juzga, que las culpa, que las margina y que las mata, y que vuelve para hundirlas en su miseria cada día en que abren los ojos. Una pesadilla. Una pesadilla que se encuentra con el teatro.
El ansia de vivir, como dice Charo, es lo que define a estas valientes. El amor que tienen aún para dar (y más importante: el amor para ellas mismas). Las ganas de prosperar. Las ganas de aprender. La voglia de vivere que ha sido, en todas ellas, el detonante para embarcarse en esta aventura de autoconocimiento, para exigir lo más importante y lo más fácil: que las dejen en paz. Que no se las culpe por una desgracia de la que son víctimas y no culpables.
Mujereando es el documental que debe ver todo votante de Vox. Porque Mujereando es terapéutico para ellas, pero también lo es para el espectador, que resta impotente en su asiento asistiendo sin respuestas a un abismo para el que no tiene respuestas, para el que no tiene recetas y del que finalmente ellas acaban sorprendiendo con una sonrisa llena de esperanza y el compromiso, además, por ser mejores personas. Y luego, si tiene valor, que les chille como un energúmeno que la violencia no tiene género.
No son mujeres sin techo. Son Pilar, Tamara, Emilia, Rosa, Candela, África, Charo, Macarena y Estrella. Y se merecen todo lo bueno que les pase en adelante, la redención, la superación y la felicidad que les ha sido negada por un mundo hostil: el nuestro.