MedFilm Festival 2010 – Cine del mediterráneo en Roma
XVI edición del MEDFILM FESTIVAL. Del 11 al 21 de noviembre en Roma
por Gonzalo Suárez López
Acerca del debate sobre la utilidad y el objetivo de los festivales de cine se ha dicho tanto como tan poco ha trascendido entre el gran público. Cannes, Venecia y Berlín son entidades enraizadas en el imaginario colectivo y en la temporada cinematográfica mundial, podio de dictadoras de la agenda de cualquier película que aspire al limbo de la selección –en o fuera de las diferentes competiciones– como lo es la ceremonia de los Oscar para las producciones estadounidenses con vocación de estatuilla.
Aunque otros certámenes como Toronto, Londres, Locarno, Sitges, San Sebastián, Sarajevo, Karlovy Vary o Pusan tienen un hueco importante en el panorama festivalero internacional, sus organizadores no desisten en el empeño de encontrar nuevas vías que les permitan obtener más financiación, un mayor prestigio o, simplemente, mantenerse en el lugar que ocupan en la actualidad. Cabe destacar en este sentido, por ejemplo, el debate que tuvo lugar el pasado lunes 8 de noviembre durante el festival internacional de cine de Bratislava acerca del papel y los próximos retos de los festivales en la promoción del cine nacional. En él participaron, entre otros, los directores de los cuatro últimos festivales enumerados anteriormente.
A otro nivel se encuentran, lógicamente, aquellos acontecimientos que se ciernen a la producción de una región concreta. Su pertinencia ante los demasiados certámenes nacionales e internacionales que nacen, crecen, enferman y mueren en todo el mundo es una cuestión a la que podría responderse desde muchos puntos de vista. En cualquier caso, una de las identidades territoriales cinematográficas que más parece haber calado en los últimos años es la mediterránea. Este hecho es tanto más asombroso si tenemos en cuenta las iniciativas políticas unitarias y la herencia histórica y lingüística que se dan, por separado, en ambas orillas de la cuenca. El cine, al parecer, sigue su propio camino.
Así, con la proyección de la turca Miel, de Semih Kaplanoğlu (ganadora del Oso de oro de 2010), Roma inauguró ayer –hasta el 21 de noviembre– la 16ª edición del MedFilmFestival, en la estela del 32º Cinemed de Montpellier –del 22 al 30 de octubre– y del festival de cine mediterráneo de Bruselas –cuya 11ª edición concluirá mañana–. Sus programas lo tienen todo –largos y cortometrajes de ficción y documentales, incluido algún que otro preestreno; varias secciones; homenajes, y retrospectivas– y sorprenden por su falta de unanimidad en la selección a pesar del escasísimo margen temporal entre la celebración de los tres festivales: solo Kosmos, de Reha Erdem (coproducción turco-búlgara tan asidua a los festivales como desconcertante para crítica y público); La prima cosa bella, de Paolo Virzì (candidata por Italia a las nominaciones al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa), y Akadimia Platonos, de Philippos Tsitos (agridulce comedia griega, vencedora del premio del jurado ecuménico en Locarno y por la que Antonis Kafetzopuolos ganó el Leopardo al mejor actor), participan en competición oficial en dos de los tres certámenes.
La posición de estos festivales en la jerarquía de actividades promocionales del séptimo arte es, cuando menos, dudosa: Roma y Bruselas disponen de sus propios festivales internacionales de cine. El caso del certamen que organiza la capital europea dedicado a la producción mediterránea es todavía más especial: nació a raíz de un ciclo de cine árabe hace casi veinte años que, posteriormente, evolucionó hasta dar lugar al festival tal y como se celebra hoy en día. Roma, a su vez, clausuró hace tan solo una semana su festival internacional de cine –que encumbró a la original producción franco-belga Kill me, please, de Olias Barco, y a la danesa Hævnen, de Susanne Bier–, por lo que la fiesta del cine mediterráneo queda en un más que discreto segundo plano.

Con todo, los tres certámenes son una realidad que se mantiene a lo largo del tiempo. Podría decirse que no son acontecimientos a los que se acercan directamente el público cinéfilo y los profesionales, sino que recorren el camino inverso: ellos van a los espectadores. Ayer, por ejemplo, en Bruselas, Eyal Sivan agitó el debate sobre la «colonización» israelí de los territorios palestinos con la excelente Jaffa, the orange’s clockwork. Esta noche, el público romano podrá disfrutar, entre otras, de Harragas, la cercanísima y dramática odisea por la que Merzak Allouache obtuvo la Palmera de Oro en Valencia el año pasado. ¿Importa que haya pasado más de un año desde su preestreno? Sí que importa, pero no a la mayoría del público; y mientras las salas estén llenas de gente como anoche lo estaba la que acogió la proyección de Jaffa, la organización de estos festivales –o la reasignación de los fondos a las filmotecas si también funciona como alternativa, eso ya es parte del debate– estará justificada.
Por cierto: la próxima cita tendrá lugar del 27 de marzo al 3 de abril de 2011 en Tetuán (Marruecos), durante su festival internacional de cine mediterráneo.