LOS PARADIGMAS HEROICOS DEL NUEVO SIGLO – ‘ATTACK THE BLOCK’, de Joe Cornish
ATTACK THE BLOCK (2011) de Joe Cornish(Publicada originalmente en A Cuarta Parede, Nº 7, 30 de diciembre de 2011)
A la hora de tratar, de narrar, de representar la marginalidad, los bajos fondos de la sociedad y sus facetas menos agradables a los ojos del “espectador medio”, el cine británico es único e inimitable. Llevan muchos años erigiéndose en la mayor referencia del cine de temática y reflexión social, a menudo con componente combativo. De hecho, puede considerarse todo un gran género independiente en su industria, y como tal, puede (y debe) también ser sometido a transformación, hibridación y reciclaje como cualquier otro. Y ciertamente, el resultado, por muy marciano que pueda parecer de primeras, alcanza una admirable frescura. Ya quedó demostrado en esa serie de culto que es Misfits (E4) que los brits son también los mejores a la hora de darle la vuelta a la tortilla del relato social y las dialécticas de los marginados, cuyo anverso serio y, digamos, funcional, ya hace tiempo que consolidaron, y convertirlo en heterodoxos y genuinos ejercicios de género.
De esta manera, en la línea de la mencionada ficción televisiva, ese gran género, en su popular (que no complaciente) vertiente de las bandas suburbanas, entra aquí en la batidora con elementos de otros hipertextos más tradicionalmente sometidos y propicios para la parodia-revisión, como el terror y la ciencia-ficción, obteniendo como resultado un pastiche muy compacto, homogéneo y fluido, que mezcla códigos de serie B de muchas épocas y lugares. Y esto se puede comprobar perfectamente en el cauce argumental, que bebe de fuentes tan clásicas (y dispares) del subgénero de invasión como Los pájaros de Hitchcock, desde el principio, y el Alien original, hacia el tercer acto. Al igual que sucede con los viajes en el tiempo, no debemos tocar nada que no entendamos y cuyas consecuencias no podamos calcular. Por ende, a diferencia del género zombi, espiritual y formalmente hermanado con el alienígena, se llega a dilucidar, a medio camino, la causa real de todo el caos, más relacionada con la película de Ridley Scott que con la de Hitchcock.
No puede ser casual, por tanto, la presencia de Nick Frost, única cara conocida dentro de un reparto amateur, como padrino interno de un proyecto, de un director debutante que entra a formar parte de esa especie de escuela británica de cine de género crossover, informal y (auto)burlesco, inaugurada por el propio Frost, Simon Pegg y el director Edgar Wright. Títulos de referencia de la comedia referencial contemporánea, como Zombies party, Arma fatal o la reciente Paul, ya coproducida con Hollywood y sin la dirección de Wright, que por otra parte llevó esta espíritu a un nivel muy superior con la ambiciosa, mayúscula e imprescindible Scott Pilgrim contra el mundo. Pero a diferencia del tándem Pegg-Frost, Joe Cornish imprime una mordiente cómica no tan basada en lo referencial (aquí menos evidente y descarnado) y lo soez, como sí en lo catastrófico (evidente con el subgénero a caricaturizar) y lo absurdo, ya que bien podríamos estar, entre tanto porro consumido por los personajes, ante una película de fumados, todo un subgénero de la comedia juvenil en los últimos quince años. Un producto de perfil 100% Sitges, resumiendo. Además, el estilo de realización desprende una notada herencia del mundo del videoclip, alcanzado tal grado de refinamiento en una de las secuencias finales que incluso se puede llegar la calificar como la evolución natural, en la vertiente más puramente visual y compositiva, del mejor Ridley Scott, indiscutible influencia de Cornish en mucho más que las similitudes argumentales con Alien.
Por otra parte, ese relato marginal, aparte de configurar el marco, el contexto, no deja de estar patente en el fondo, en el subtexto semántico, aparentemente inocente y sin mayores pretensiones pero siempre patente, y salta en ocasiones puntuales a la superficie en forma de punzadas sarcásticas, llenas de reflexión social simple y directa, de signo decididamente pesimista... hasta el desenlace. Porque, en lugar de extrapolar todo ese trasfondo hacia el espacio exterior y desconocido del que vienen los elementos invasores (dándole así un giro, peligroso y probablemente letal, hacia la filosofía más grandilocuente), esa dialéctica en el segundo plano, bajo las exigencias del sano entretenimiento y del desenfadado ejercicio de hibridación, acaba aflorando en la dirección a la que ciertas ficciones conducen, en los últimos años, el hipertexto de superhéroes, importado del cómic, transformando radicalmente su esencia. Si la tradición del cine social británico suele convertir al marginado, inadaptado y desfavorecido en héroe, por supervivencia, su desvío oculto e implícito a los mencionados géneros elevan unos escalones más al anteriormente referido, hacia el estatus de superhéroe, por genialidad mesiánica y salvadora (mecanismo redentor, voluntario o no, por lo menos en este caso), y no siempre con necesidad de poderes sobrenaturales y extraordinarios.
Después de todo, el nombre del protagonista no puede ser muy aleatorio. Moisés (Moses), surgido de las aguas de los bajos fondos, a la postre salvador de un barrio, y de paso, del mundo entero. ¿Será definitivo, y acabará marcando tendencia, este cambio en el paradigma del relato superheroico, mudando de símbolos patrióticos a inadaptados y supervivientes con heridas del presente y desencanto social y vital? ¿Estaremos ante el nacimiento de una nueva era de Misfits, Kick Asses y Scott Pilgrims? Esperemos que sí: el género ha evolucionado mucho, en todas las artes, como para volver ahora a su ingenuidad propagandística original.
Buena crítica, incluso mejor que la película. Palabrería pomoderna aparte, la banda salida de Spaced funciona mejor cuando el melenas de Wright se pone al timón. Los 10 primeros minutos geniales, después la evolución de lo personajes se vuelve demasiado complaciente y políticamente correcta. Por lo menos la película nunca llega a tomarse demasiado en serio a si misma...
Los únicos casos en los que una crítica puede considerarse más interesante (que nunca mejor) que una película es cuando aquella sabe extraer una lectura creativa de una que no aporta realmente nada ni tiene aliciente alguno.
A ver, Edgar Wright es uno de los mejores directores actuales y lo demostró con Scott Pilgrim. ¿Película que no se toma en serio a sí misma? Por supuesto que no, iría contra las reglas de su propio estilo y propuesta. ¿Complaciente y políticamente correcta? Mírate los últimos párrafos sobre la introducción subtextual del relato social y, a la vez, la revisión de la figura del (super)heroe a través de aquella.
Como lo han definido en algún lugar de la red, esto es un cruce de Misfits sin poderes y Independence Day, aunque yo ya he añadido al cocktail (y de manera lógica y justificada) Los pájaros y Alien.
100% conforme con lo que dices. Lo que no quita que la película sea un producto que bordea (a la baja) el aprobado. Sobre lo de leer de nuevo el texto me doy cuenta de lo que dices, no obstante no creo demasiado en la substitución del paradigma heroico que apuntas; el símbolo patriótico está aquí (Moses agarrado de la bandera británica) y la sustitución del héroe atiende (si la hay) más a motivos comerciales: son estos "inadaptados" los que ahora pueblan los asientos de los centros comerciales de extrarradio en busca de películas palomiteras. Yo veo más la conexión con la mirada inocente y lacrimógena del fenómeno skin que propone Shane Meadows en "This Is England"
Hombre, a mí me pareció un ejercicio de género muy logrado y una comedia muy eficaz, con un valor añadido, a nivel significativo, sobre la obra de Wright, Pegg y Frost. Pero otros tantos ya hablan de ella como una de las películas de año, y te digo gente de la índole de José Luis Losa, director de Cineuropa.
Esos inadaptados siempre han poblado las salas de cine, sólo que aún se han dado cuenta ahora. Pero es que forma parte de un gran proceso de conciencia sociológica del que la ficción británica se está dado cuenta, y lo aprovecha tanto en el terreno mercantil como representativo. Ese patriotismo, más discreto, no es equiparable al del arquetípico superhéroe del cómic estadounidense, primero, por su ausencia de propaganda, y segundo, y más importante, por su mayor realismo y madurez, ya que no hay más héroes, más salvadores, que el propio pueblo abandonado a su suerte. Al igual que en el terreno de la opinión política y social se valora cada vez más, por mucho que los medios masivos vayan a contracorriente, la gesta de la supervivencia diaria de un autónomo o un obrero que no de un gran magnate, cuyas trampas e infamia son cada vez más vox populi. El resto de héroes posibles son sueños de infancia, de un gran sentimiento infantil de desprotección sembrado en la sociedad.
This is England se encuentra en la pura y tradicional línea de cine social británico con la que comencé el texto, carente de heroísmos (ni siquiera el de la supervivencia), es de naturaleza diferente a esto.