LA EFÍMERA Y LA INCIERTA – 'THE GOODWIN GAMES' y 'UNDER THE DOME'
Llevamos ya tres episodios de True blood, unos cuantos de la resucitada The killing, mientras que Mad men, que en sus últimos años de vida se muda del verano a la primavera, echó el candado hace un par de semanas. Con Weeds ya fuera del escenario tras ocho años (que se dice pronto), el verano de series se presenta cada vez más atípico. De momento, hemos visto finalizar el breve y efímero recorrido de una sitcom sentenciada antes de arrancar, pese a sonar a priori como una de las grandes promesas de la midseason, así como el despegue, con más expectación de la habitual para un estreno estival, de la enésima intentona por dar el 'pelotazo' en el género de misterio, huérfano en las generalistas desde Perdidos (Fringe era otra historia y sobrevivió siempre por una minoría fiel), con sonoros fracasos acumulados año tras año (FlashForward, The event, Alcatraz), y que ahora busca con el 'factor Stephen King' esa tecla mágica que lleva un preocupante tiempo oxidada. Pero, ¿seguro que el verano es la estación más apropiada para ello?
The Goodwin games: un potencial descubierto demasiado tarde
Tras las últimas tres temporadas, con unas cartas de estrenos cada vez más nefastas, ilusionarse lo más mínimo con alguna de esas propuestas, que malamente pasarán un corte (de resultados de audiencia) cada vez más fatídico, supone poco menos que un salto al vacío. Especialmente si se trata de comedias, con la cantidad anual de novedades creciendo como la espuma y la calidad general de las mismas bajando hasta los avernos. Con todo, la que parecía ser la nueva 'niña de sus ojos' de Carter Bays y Craig Thomas, responsables de Cómo conocí a vuestra madre, a un año vista del final de su longeva sitcom, invitaba a cierto optimismo. Para mayor aliciente, contaban para ello con la 'cara bonita' de Becki Newton, la stripper Quinn (sí, la que Barney Stinson pensó que iba a ser la mujer de su vida pero no funcionó porque ese puesto estaba desde hace tiempo guardado para Robin Scherbatsky, esa).
Pero cuando una serie destinada a midseason (entre enero y marzo), recibe en noviembre la noticia de que Fox reduce la orden de episodios de los habituales 13 a solamente 7, y que encima estos no se podrán ver hasta mediados de mayo, con los upfronts de la siguiente temporada ya definidos y todo el pescado vendido, pues la cosa no pinta nada bien. Más que nada, porque la propia factoría no cree en su producto, y cuando ese es el caso, poco se puede hacer para revertirlo. Y digo yo, ¿para qué le dieron la luz verde en un principio si luego iban a pasar de ella como de un juguete viejo? Al menos, tuvieron el decoro de darle, no una muerte, sino un nacimiento “digno”, o lo que es lo mismo, la oportunidad para que juzguemos si se han equivocado o no. Tras siete capítulos y una sensación de dejarlo todo a medias, la respuesta no puede ser un rotundo 'sí' pero no debería ser menos que un 'tal vez'.
Lo que nos ha dado tiempo a comprobar es el gran gusto de Bays y Thomas por los McGuffin. Si hemos aguantado ocho años de batallitas de Ted Mosby con la excusa de saber cómo conoció a la madre de sus hijos, ¿qué esperar de un padre (¿futuro Ted Mosby, quizás?) convirtiendo su testamento en un juego de enigmas con su gran herencia como premio, más que la última voluntad del difunto por que sus tres hijos vuelvan a estar unidos en el pueblo que les vio nacer y crecer? Como era de esperar, los tres potenciales herederos están muy lejos de los sueños de su vida. Una actriz de poca categoría con la sempiterna esperanza de que llegue el papel de su vida; un ladrón de medio pelo, sospechoso habitual de cárceles y calabozos, con una hija fruto de un encuentro casual; y el primogénito, algo más ejemplar, pero igualmente desencantado: adicto al trabajo prometido con una aún más adicta al trabajo y que nunca ha dejado de pensar en su amor de juventud, ahora metida a pastora eclesiástica.
Pero la predilección de los creadores por ese juego al despiste a gran escala no se quedaba ahí, en la fórmula global. Los juegos de cada episodio, la presencia intermitente de un desconocido que les quita, como por arte de magia, parte de su herencia, o la ausencia física permanente de “la prometida” del hermano mayor, el estabilizado y “enderechado”,... precisamente estos dos últimos alimentaban algo un horizonte que aquellos que nos atrevimos con la serie ya sabíamos que difícilmente iba a llegar. Cuesta llegar a unas conclusiones con tan poco margen, pero, ¿será que, tras ocho años queriendo conocer a 'La Madre', el público no estaba por la labor de dar un nuevo voto de confianza a Bays y Thomas? ¿El gran valor de producción, de cara a promocionar la serie, pudo haber sido su sentencia genética? Nunca lo sabremos. Eso sí, no me arrepiento de las casi dos horas y media de mi vida consumidas (que no perdidas) en sus siete capítulos, y me va pudiendo la convicción de que, con una temporada entera, habría podido encandilar a un buen nicho de público.
Under the dome: ciencia-ficción, conspiranoia y... ¿más de lo mismo?
Ciencia-ficción, conspiranoia, personajes mentalmente alterados, vida rural apacible revolucionada de repente, personajes con secretos,... la serie de CBS basada en la novela homónima de Stephen King podría beber desde Twin Peaks a Perdidos pasando por experiencias más recientes como las efímeras (y mayormente decepcionantes) Persons unknown y The event. De momento, tras un interesante piloto y un correcto segundo episodio (con una caída abismal de audiencia que no invita demasiado al optimismo), destacan varios aspectos que, de ser bien tratados, podrían convertir a esta adaptación, incluso con una hipotética cancelación, en una serie de culto, en una one season wonder.
Su primer gran acierto es el hacer prevalecer el factor humano y sus causas y consecuencias sobre la explicación del aspecto paranormal, aún muy en el limbo. A partir de ahí, el descubrimiento de conspiraciones y secretos del variopinto grupo de personas que se han quedado de repente atrapadas bajo una inexplicable cúpula, indestructible e indescifrable, por un lado, y el establecimiento de relaciones entre los que ya eran del pueblo y los que estaban de paso, por el otro, puedan dar lugar a un interesante relato de personajes bajo la premisa fantástica-paranormal. Puede dar mucho juego el que más sobresale como protagonista, encarnado con Mike Vogel, un hombre atractivo, valiente y aparentemente buena gente pero con un oscurísimo trasfondo que conocemos desde el primerísimo plano.
Si la serie quiere parecerse a lo que fue en un principio Perdidos, un relato coral de historias humanas y su convivencia forzada bajo el paraguas del misterio, y no a aquello en lo que se acabó convirtiendo, una improvisada huida hacia adelante sacrificando su esencia inicial (precisamente la senda de lamentables batacazos como The event) yo me subo al carro sin dudarlo. Eso sí, que no cuenten conmigo si van a empezar a tropezar una y otra vez en los mismos pedruscos que sus predecesoras, ya desde el principio. Puede que la inercia me siga arrastrando, pero mi prosa ya no tendrá piedad por aquel entonces.
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