GOYA 2014: LAS INCÓGNITAS
Ganó Vivir es fácil con los ojos cerrados, aunque si el éxito se midiera en términos cuantitativos y no cualitativos, la ganadora sería Las brujas de Zugarramurdi (ocho estatuillas frente a seis). Fue una noche en la que se recompensó a eternos candidatos como David Trueba y Javier Cámara y en la que hubo sorpresas (Roberto Álamo, el guion adaptado a Todas las mujeres) y certezas (Terele Pávez, Marian Álvarez). Pero cuando volvía a mi casa tras casi tres horas de gala comandadas por el tedio y la caspa (¿alguien dijo glamour?), lo único en lo que pensaba era en las preguntas que me asaltan todos los años, junto a alguna que otra nueva:
¿Cuándo dejó el cine español de premiar la excelencia para premiar “lo que hay”? ¿Se celebran ideas o resultados? Si los Goya no son un concurso de popularidad como los Oscars, pero tampoco pretenden ser un referente de primera calidad como los festivales, ¿a qué criterio responden pues?
Si en formas y modales estas galas son un trasunto importado de Hollywood, ¿por qué nos cuesta tanto adoptar la brevedad yanqui? ¿Ayuda una gala como esta a combatir la idea de que el cine español es mediocre?
¿Qué tipo de mecanismo permite que compitan a intérprete revelación nombres de presencia habitual en nuestro cine como Javier Pereira (Mi vida en 65’, Aparecidos, No tengas miedo) o Belén López (La distancia, 8 citas, Holmes & Watson. Madrid Day) ¿Qué hacía Rodrigo Sorogoyen nominado a director novel si codirigió 8 citas en 2008? ¿Por qué parece que los subterfugios de la Academia solo sirven para algunas cintas? ¿Quién decide qué películas pueden beneficiarse de estas trampas y cuáles no? ¿Por qué se hace la vista gorda con los intérpretes revelación pero se torpedea la entrada a películas más pequeñas como Hijos de Caín o los #LittleSecretFilm? Y lo mismo con los llamados pases técnicos para académicos, ¿por qué el espectador medio no puede evitar sentirse timado cuando concurren películas no estrenadas y a veces ni siquiera presentadas a la prensa como A night in Old Mexico o 10.000 noches en ninguna parte, esta última aún sin planes de distribución en salas?
¿Por qué todos los años alguna chapuza empaña el buen funcionamiento de la Academia? Este año hubo que rectificar la categoría de vestuario, restar una nominación a La gran familia española y sumársela a Los amantes pasajeros.
¿Por qué los Goya son tan poco dados a la autocrítica como si lo fueron, por ejemplo, los premios Feroz con la industria y la propia prensa cinematográfica en su primera edición?
¿Por qué molesta tanto que, en un contexto marcado por los recortes, la subida del IVA cultural, la piratería y el descenso de la cuota de mercado, cada cual exprese su opinión acerca de la situación política?
¿Qué hacía la foto de la periodista Nuria Vidal acompañando al nombre de la desaparecida periodista Beatrice Sartori en el In Memoriam?
¿Por qué el realizador enfocaba a Carlos Bayona cuando debía buscar a su hermano Juan Antonio, sentado unas filas más adelante?
¿Por qué nos empeñamos en perpetuar la maltrecha tradición del número musical cuando ni siquiera este es un género que abunde en nuestra cinematografía?
¿Por qué se apostó por La herida como la película de vocación independiente y se dejaron de lado otras como Gente en sitios, Ilusión o El futuro?
¿Por qué el humor de Manel Fuentes sonaba tan rancio y anticuado? ¿Por qué no sorprende que la gala haya sido la menos vista de los últimos años?
¿Por qué la intervención del equipo “chanante” –no especialmente inspirado– sonaba más bien a llamada de auxilio?
¿Por qué se maltrata a las comedias en el cómputo general de premios?
¿Cuándo se nos curará esa obsesión por el éxito precoz que nos lleva a establecer categorías como Intérprete Revelación o Director Novel? ¿Cuándo aprenderemos que el Goya revelación es en realidad una maldición?
¿Por qué en galas como esta tergiversamos, sobrevaloramos o malinterpretamos el concepto de cine de autor cuando mejor nos conviene? ¿Sigue respondiendo ese término al del cineasta con discurso e ideario propios?
¿Por qué TVE no programó una película de David Trueba después de la gala en lugar de Azuloscurocasinegro del no precisamente favorito en las quinielas Daniel Sánchez Arévalo?
¿Por qué cuesta tanto que el ministro Wert valore el cine como lo que es, un bien cultural intangible?
¿Por qué la Academia escoge para enviar a los Oscars a una película, 15 años y un día, que ni siquiera premia en casa?
¿Por qué cuesta tanto hacer entender que, tal y como expresó el presidente González Macho, sacar adelante una película en este país es un acto heroico? ¿Por qué parece que nuestro cine tiene que estar constantemente justificándose?
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