SE BUSCA A JASON REITMAN, DESAPARECIDO. MOTIVO AQUÍ. - 'UNA VIDA EN TRES DÍAS', de Jason Reitman
UNA VIDA EN TRES DÍAS - Labor day (2013) de Jason Reitman
Jason Reitman, sin llegar a la categoría de "autor", posee una voz relativamente singular, una sensibilidad peculiar a la hora de abordar a sus personajes, en especial los femeninos. La Juno MacGuff de Juno era una adolescente demasiado madura, demasiado sabionda y un pelín irritante, pero caía en gracia al espectador con sarcasmo y naturalidad. La Mavis Gary de Young adult (la más infravalorada de las películas del director y probablemente una de las mejores) era lo opuesto a Juno: una mujer cuya reticencia a madurar la había llevado a vivir anclada en un pasado dorado donde ella era la jefa de animadoras y su novio el quarterback del instituto, y que escondía sus miserias y carencias bajo una falsa fachada de éxito. Y ahora nos llega la Adèle (Kate Winslet) de Una vida en tres días, una mujer divorciada de finales de los ochenta, madre de un hijo adolescente y portadora de un turbio pasado. Otra inadaptada, otra outsider para la colección de Reitman.
Lo que diferencia a Adéle de Juno y Mavis tiene nombre y apellido: Diablo Cody. La guionista, que se llevó un Oscar por Juno, ya no está detrás de la historia. Esta vez es Reitman quien adapta personalmente Como caído del cielo, la novela de Joyce Maynard, una escritora que durante décadas fue más conocida por su breve relación sentimental con J.D. Salinger que por su propia obra literaria. Es evidente que el material (melo)dramático de la novela no se ajustaba al estilo de Cody, mucho más socarrona e impertinente, pero tal vez su toque de sal y pimienta es lo que hubiera necesitado la película para despegar y diferenciarla de un culebrón de sofá y manta. Y es que uno no puede más que aplaudir a Kate Winslet y Josh Brolin por el enorme esfuerzo que debió suponer interpretar con veracidad a sus personajes, a menudo desdibujados y casi siempre planos.
Una vida en tres días empieza mal, muy mal. Y no me refiero a la primera escena, sino al título. ¿Por qué hace mención a tres días cuando en realidad en la película transcurren cinco (y los van enumerando: viernes, sábado, domingo, lunes y martes)? Además, a este criticucho (que soy yo), le pareció estar viendo Los puentes de Madison pero con dos diferencias: uno, el fotógrafo de National Geographic es aquí un fugitivo de la justicia; y dos, la película de Clint Eastwood, de hace veinte años, parece más reciente y novedosa que la de Jason Reitman.
Pese a todo, porque uno no cree en el karma pero por si acaso, voy a enumerar algunas virtudes de la película: los actores están excepcionalmente acertados, especialmente teniendo en cuenta el esfuerzo que he mencionado antes. La historia, que hará las delicias de las amas de casa, en ocasiones encuentra vías para sorprendernos, incluso, en los momentos más tenebrosos, inquietarnos. Uno piensa qué hubiera hecho Haneke con esta historia, pero después te das cuenta de que esa pregunta es formulable ante cualquier película que él no haya dirigido. Más virtudes: Reitman convierte la casa donde transcurre gran parte de la película en un perfecto escenario teatral, demostrando un gran control de los espacios. Más: Gattlin Griffith, de 16 años, no lo hace mal. Tampoco bien, realmente. Hasta aquí los aciertos y virtudes.
Reitman ha resbalado. No ha caído estrepitosamente, para eso debería haber estado en una posición elevada en primer lugar, pero ha tropezado y retrocedido algunos peldaños. Porque con sus fans y detractores, su legión de admiradores y su horda de críticos, Jason Reitman es un director que siempre ha imprimido una personalidad a sus películas, una sensibilidad, como decía al principio, peculiar y distinguible. Una vida en tres días parece la obra de cualquiera, una película que bien podría estar firmada por Fulano o Mengano que daría igual. Y eso es lo peor que podría sucederle a alguien que presume de tener una voz propia.
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