MAGNOLIAS SIN PÓLVORA – 'EL SUEÑO DE ELLIS', de James Gray
EL SUEÑO DE ELLIS – The immigrant (2013) de James Gray
Supongo que ya será un lugar común afirmar sin miedo que la ficha técnica de una película es su mejor publicidad, a la par que mayor fuente de expectativas y de formaciones de listones previos que automáticamente se convierten en armas de doble filo. Y no hace falta ser ningún hacha para que sepáis por dónde voy. Tres sospechosos habituales de lo mejor que ha dejado caer el cine estadounidense en el último lustro, más uno de los autores más prometedores de los últimos años (especialmente desde Two lovers), dejan un regusto final que sabe a poco.
¿Cuál es el problema entonces? La debilidad del que se espera que sea el punto fuerte del cine que aspire a ciertas cotas de calidad, más allá del entretenimiento y el pasatiempo: el guión. Un guión débil, inconsistente y apático que también dificulta la validez como producto de evasión, o aunque sea de “pasar el rato”, pues se salva de la quema únicamente por contados momentos de lucidez interpretativa, naufragando en personajes frágilmente construidos a través de aguas pantanosas con rápidos que descompensan la barca más que enderezarla.
Y es que la fuerza expresiva de unos actores de primera no hace milagros y sirve de poco o nada cuando el esquema de motivaciones de los personajes, soporte de su coherencia y vigor intrínsecos, se muestra abrupto y poco sólido, lo cual redunda en una narración poco fluida que, por si fuese poco, se demora demasiado antes de ir al grano, al meollo del asunto. Porque, por muy logrado e interesante que parezca esa ambientación, ese trasfondo de inmigración y prostitución en el marco de ese simbólica e icónico momento histórico que fueron los locos años veinte, en medio de la ley seca y la construcción del American way of life, dicho marco temático y representativo toma forma y cauce con un relato cuyo columna vertebral no es, ni más ni menos, que un triángulo amoroso clásico, el cual, ante la fragilidad de sus vértices, deambula con más espesor que brillo en una segunda hora de metraje morosa y vacilante.
El cocinero James Gray no ha acertado esta vez en imprimir su toque maestro a una receta que, si bien no empacha, tampoco sacia, y pese a todo habrá quien deje el plato con comida. No ha sido cuestión de los ingredientes, frescos y en su punto, sino del modo de preparación. Por acabar con un punto positivo, bien por Marion Cotillard y su credibilidad como polaca.
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