SAN SEBASTIÁN 2014: LA CRÓNICA
EL HUMO DE LAS VELAS DEL ZINEMALDIA
Crónica del crítico tardío
Siempre se ha dicho que las prisas son malas consejeras. Que vísteme despacio que tengo prisa. Que a quien madruga Dios le ayuda. Pero, por desgracia, para los rezagados, los que llegamos tarde, los que pisamos el andén del metro cuando este echa a andar, la historia es bien distinta. O es la misma pero tenemos que adaptarnos a la situación. Eso es lo que me sucedió a mí con el 62 Festival Internacional de Cine de San Sebastián (llamémoslo 62SSIFF, por abreviar, pero sin hashtag, por favor, no nos pasemos de modernos).
Por asuntos de trabajo, porque uno tiene que comer, aunque sea con sueldo de becario, no pude aterrizar en Donostia hasta el pasado jueves por la noche. O lo que es lo mismo: disponía de aproximadamente dos días y medio para meterme entre pecho y espalda un atracón festivalero que compensara mi ausencia durante los seis días anteriores.
El jueves, nada más aterrizar y soltar las maletas, me metí en los cines de Antiguo Berri para disfrutar de The disappearance of Eleanor Rigby: them, con Jessica Chastain (la madrísima de El árbol de la vida) y James McAvoy (Charles Xavier de X-Men). La película, que antes no sólo era them sino que contaba con otras dos partes, him y her (hasta que Harvey "Manostijeras" Wenstein metió mano), narra la ruptura de una pareja y los motivos que propician la misma (y que no voy a desvelar aquí por eso de mantener la intríngulis). Una historia no demasiado brillante que los actores elevan muy por encima de sus posibilidades, especialmente una Jessica Chastain que vuelve a demostrar lo buenísima actriz que es (por si El árbol de la vida, Take shelter o La noche más oscura no lo hubiesen dejado claro ya).
El viernes, el día arrancó con el dilema de tener que decidir entre ver Escobar: paraíso perdido o Murieron por encima de sus posibilidades. Y yo escogí la segunda. Por eso del cine español. Y porque tenía mono de pisar el auditorio del Kursaal, abarrotado de ese clan urbano denominado "señora del Festival" del que os hablaré en otra entrega. La película de Isaki Lacuesta (director que ya ganó la Concha de Oro en 2011 con Los pasos dobles, dejando al personal con la mandíbula desencajada), decepcionó a muchos, horrorizó a unos cuantos y le gustó a una persona: a mí. En el momento en el que escribo esto, la película tiene un pobre 3,3 de media en FilmAffinity, que lejos de ser un medidor exacto, suele ser a menudo bastante fiable. Y puedo entender que la película no guste, que sea "demasiado", que "se pase". Pero también entiendo que de eso se trataba. Que Murieron es fruto de un enfado hiperbólico hacia la situación económica del país, y que sus delirios fílmicos son la representación visual de esos comentarios de barra de bar en los que se dicen cosa como "yo violento no soy, pero bien que prendería fuego al Congreso con todos los políticos dentro".
Después toca Vida salvaje, que, para mi sorpresa, acabó siendo premiada con el Premio Especial del Jurado. Una película sobre un padre que se lleva a sus hijos (contra la voluntad de la madre, pero no tanto la de los propios hijos) y durante años llevan una vida salvaje. No de taparrabos y lianas, más bien un estilo de vida alternativo, lejos del sistema. El director Cédric Kahn parece tener muy claro lo que quiere contar, aunque a mí personalmente nada me queda demasiado claro. ¿Está a favor o en contra de ese modo de vida? ¿Hace bien en olvidarse completamente del personaje de la madre hasta los minutos finales de la película o debería haber dado más presencia en pantalla a su lucha por recuperar a sus hijos? En cualquier caso, la decisión corresponde únicamente a Kahn. Y, en cualquier caso también, la película está muy lejos de ser una mala película. Pero las largas escenas de hippies, fogatas y gallinas acaban resultando algo monótonas.
Al finalizar la película, acudo raudo a la rueda de prensa de Escobar: paraíso perdido. He olvidado decir que también estuve en la de Murieron por encima de sus posibilidades, pero como tampoco se dijo nada reseñable, lo pasaremos por alto. En la de Escobar estaban Benicio del Toro y Josh Hutcherson. El primero, que esa misma noche recibía el Premio Donostia a toda su carrera, se mostró afable aunque muy propenso a las respuestas escuetas, del tipo: "-¿Le ha marcado interpretar a este personaje? -Sí. -¿Ha aprendido con esta película algo sobre la sociedad colombiana que desconocía antes de comenzar la filmación? -Sí." A nadie le importaba, porque sus síes venían seguidos de una sonrisa. Y porque a un Premio Donostia no se le discute, se dice que es el mejor actor de su generación y punto.
Turno para 20.000 días en la Tierra, el semidocumental, o documental ficcionado, o como se le quiera llamar, de Nick Cave. Una obra excepcional por lo original de su planteamiento y lo magistral de su montaje. Me queda la espina de haberla visto sin conocer previamente demasiado la figura del músico, aunque deduzco que sus fans se lo pasarán en grande. Un trabajo sobre la inspiración y el trabajo del artista. Notable alto.
El sábado por la mañana me voy a ver Samba, de los directores de Intocable, de nuevo con Omar Sy al frente del reparto, esta vez acompañado de Charlotte Gainsbourg. Samba ofrece ni más ni menos de lo que cabe esperar de ella: amabilismo, buen rollo, problema social edulcorado con historia de amor, una historia de negritos y blanquitos. Un producto fabricado a medida para que las millones de persona que vieron Intocable en el cine vuelvan a gastarse el dinero en las taquillas de cine.
Y por último, tachán-tachán, Phoenix. Una revelación de película, dirigida a las mil maravillas por Christian Petzold. Cuenta la historia de una mujer a la que desfiguran el rostro en un campo de concentración durante el nazismo, y de cómo esa mujer acude a un cirujano para que le restaure la cara y poder así volver al lado de su marido, quien no la reconoce y trata de persuadirla de que se haga pasar por su mujer, que es ella. Suena confuso, pero eso es por mi limitada habilidad para hacer sinopsis, en la película todo está claro y cristalino.
Las prisas
He olvidado decir que también acudí a la entrega del Premio Feroz del Zinemaldia, que fue para La isla mínima, de Alberto Rodríguez, la película con mejores críticas del festival (junto con Loreak, de Goenaga y Garaño) y la que presumiblemente se va a hartar a ganar Goyas en febrero del año que viene. Entregó el premio Ricardo Darín y recogió Julián Villagrán.
Y así termina mi breve pero apasionante (para mí, para vosotros, así leído, imagino que ni fu ni fa) paso por el festival. Después llegó el palmarés. Que si Magical girl, que si Carlos Vermut, que si Javier Gutiérrez,... pero como llego tarde, llego rezagado y siempre voy con prisas, os dejo con la lista de ganadores, que acabamos antes y nos aburrimos todos un poquito menos.
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