DE ABUELOS Y NIETOS – ‘ALGUIEN A QUIEN AMAR’, de Pernille Fischer Christensen
ALGUIEN A QUIEN AMAR – En du elsker (2014) de Pernille Fischer Christensen
Se dice que entre abuelos y nietos se establece una conexión especial, fundada en el cariño y el consentimiento. Los abuelos tienden a tener más tiempo libre que los padres, y eso hace que dispongan de más horas para llevar a sus nietos al parque, malcriarles de diversas formas y ofrecerse a prepararles un huevo frito por si tienen hambre aunque sean las cinco de la tarde. Pero no todos los abuelos son así, faltaría más. También hay abuelos ausentes. Abuelos que son superestrellas mediáticas, que se pasan meses de gira mientras que a los nietos, si los han visto, no se acuerdan. Mick Jagger, por ejemplo, ya es bisabuelo, y es lógico pensar que la relación con sus nietos y bisnieto no sea la habitual, la del Manual del Abuelo. Sin juzgar, ojo, que a lo mejor Jagger no te compra un helado en el parque pero te pone un pisito en la Quinta Avenida.
De abuelos y nietos va la cosa, como habréis adivinado. En Alguien a quien amar, Thomas Jacob es un cantautor de fama mundial, una especie de Leonard Cohen, con todos sus vicios pero sin la parte de la espiritualidad. Aunque vive en Los Ángeles, es natural de Dinamarca, donde viven su hija y nieto, a los que no ha visto en años. Todo cambia cuando Thomas vuelve a Dinamarca para grabar su último disco y retoma la relación con su descendencia. Ahí se encuentra con que la hija es una yonqui disimulada, no de las de jeringuilla colgando, sino bien vestida y maquillada, pero yonqui al fin y al cabo. Y el nieto es una criatura silenciosa a quien le gusta tocar la guitarra. Con la madre rápidamente fuera de escena, Thomas se queda solo con su desconocido nieto y la responsabilidad de tener que cuidar de alguien por primera vez en su vida, ya que con su hija no había sido precisamente el padre del año.
Mikael Persbrandt realiza una muy sólida y muy notable interpretación como Thomas, el abuelo que no pidió serlo, el cantautor megalómano, el solitario. Sabe aportarle ese equilibrio entre la gravedad de hombre curtido a sí mismo y la dulzura gradual en la que inevitablemente acaba desembocando gracias a los encantos de su nieto.
El guión, que firman Kim Fupz Aakeson y la directora Pernille Fischer Christensen, se desenvuelve con habilidad a la hora de evitar caer en sentimentalismos edulcorados o dramas excesivos, lo que aporta credibilidad a la historia y lo aleja de otras propuestas más comerciales. Dicho de otra manera: esta misma historia podía haberse contado de forma que el espectador saliera del cine llorando a moco tenido. Christensen la cuenta de forma que el espectador se la crea.
Buen cine danés acompañado, además, de buena música. Que la historia más o menos ya nos la sepamos es lo de menos. Lo importante es que en poco más de hora y media, sin hacer mucho ruido y con pocos sobresaltos, Alguien a quien amar se hace querer.