50 AÑOS SIN JOHN FORD

Usted puede hablar bien si su lengua puede entregar el mensaje de su corazón”.

No hay mejor frase que esa para describir la obra y el legado de Sean Aloysius O'Feeney. Probablemente este nombre no os suene de nada, pero bajo el mismo nació un cineasta para quien el epíteto de "fundamental" en la Historia del Cine se queda corto.

John Ford falleció un día como ayer, 31 de agosto, hace ya medio siglo, a la edad de 79 años, con cerca de 150 títulos en su filmografía. Ya retirado por aquel entonces, su última película fue Siete mujeres, estrenada, vaya una coincidencia, siete años antes.

Su inmensa relevancia para el medio cinematográfico no resiste discusión y no hay ni habrá análisis que le pueda hacer completa justicia. Para empezar, y sin que esto sea necesariamente ilustrativo de mucho, su amplia carrera abarcó las etapas fundamentales del desarrollo del Séptimo Arte, es más, progresó de manera muy paralela a la propia evolución del medio: nació en el cine mudo, se consagró en la era sonora en blanco y negro y alcanzó varias de sus cumbres en el color.

Pero, desde luego, quienes mejor pueden dar cuenta de su legado son todos esos grandes maestros del cine que le siguieron (si bien coincidió en el tiempo con varios de ellos), desde todos los rincones del planeta, y lo han considerado su mayor y principal influencia: desde Orson Welles, Kurosawa o Sergio Leone hasta los contemporáneos Spielberg o Fincher. Maestro de maestros, en conclusión. El autor de Ciudadano Kane ilustraba su huella en los siguientes términos:

Prefiero a los viejos maestros, con lo cual me refiero a John Ford, John Ford y John Ford… Es un poeta y un cómico. Con Ford en su mejor versión tienes una idea sobre de qué está hecha la Tierra”.

En la memoria de los más iniciados, o bien de aquellos que no hayan querido rascar más allá de lo más evidente e inmediato, el nombre cineasta es sinónimo de western. Y no se les debe culpar, pues el propio autor se presentaba de esta guisa: "Me llamo John Ford y hago películas del Oeste". Su propia trayectoria marca la evolución del género cinematográfico por excelencia: la madurez de su fase fundacional (La diligencia), la que para muchas voces constituye la cumbre del western clásico (Centauros del desierto) -aunque no para quien suscribe estas líneas- y la sublimación del género (El hombre que mató a Liberty Valance). Esta última trasciende los propios códigos del western, que el mismo Ford consolidó, y ofrece una fábula mayúscula sobre la condición humana y las relaciones de poder en la sociedad, cuyos ecos llegan décadas después hasta relatos (a priori) tan en sus antípodas como Juego de tronos.

Ahora bien, quedarse únicamente con el western no sólo pinta un cuadro muy incompleto, sino que evita apreciar lo que realmente marca la diferencia de John Ford con otros maestros del género y cineastas coetáneos: su descomunal humanismo. Su maestría para la narración cinematográfica se conjugó de la mejor manera posible con su muy particular manera de ver la vida y el mundo -conservadora, pero con muchísimos matices-. Sólo una sensibilidad como la suya podría reivindicar, de manera conjunta y sintética, dos conceptos tan aparentemente antagónicos entre sí como la fuerza de los lazos familiares y la solidaridad y lucha obrera, ejes de Qué verde era mi valle o Las uvas de la ira. Títulos con los que, más allá de la legitimación del Destino Manifiesto que supuso el western clásico como conjunto -cuestión que no abordaré en este artículo-, ya hacen a Ford el cronista, por excelencia, de la construcción nacional y social de los EEUU, su cantor de gesta, su poeta nacional.

Pero el corazón de John Ford siempre estuvo dividido territorial y sentimentalmente, pues al otro lado del charco estuvo siempre la Irlanda de la que procedían sus padres, a la que se acercó tanto desde la óptica histórica y política (El delator), como antropológica y folclórica (El hombre tranquilo).

Da igual que pasen otros 50, 100 o 500 años. Al igual que los paisajes de su amado Monument Valley, John Ford fue, es y será siempre eterno.

In memoriam John Ford (1894-1973)

2 comentarios en «50 AÑOS SIN JOHN FORD»

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