SED DE CATARSIS - EL CONDE, de Pablo Larraín

EL CONDE (2023) de Pablo Larraín

(el texto puede contener spoilers)

No debe parecernos a estas alturas ningún ejercicio de valentía o riesgo el presentar una película sobre la dictadura chilena, no. Pero sí podemos estimar que ha pasado el tiempo suficiente como para poder aproximarse a esa temática de una manera tan satírica, auténtica y heterodoxa como acaba de hacer Pablo Larraín. Comedia = tragedia + tiempo, como bien decía el personaje de Alan Alda en Delitos y faltas, de Woody Allen, y el medio siglo que ya ha pasado desde el golpe de Estado que, con el apoyo de los de siempre, aupó a Pinochet al poder, es distancia temporal, conceptual y moral suficiente como para que ser susceptibles ante una propuesta de este calibre.

El cineasta chileno ya abordó esta misma temática -bajo un prisma totalmente distinto- en No (2012), precisamente la película que le brindó la relevancia en la escena internacional que ahora disfruta. Pero ahora se marca un cambio de registro radical, un vuelvo de 180º, y nos sirve un cóctel de sátira política, historia-ficción y comedia negra en un mejunje de chabacanería en la antesala inmediata de True blood. Y lo hace sin renunciar a incorporar los elementos que necesita de la fuente canónica por excelencia del género vampírico, el Drácula de Bram Stoker, con el amor por una joven doncella intrusa como catalizador de la acción del personaje protagonista. La fotografía en blanco y negro parece responder claramente a la voluntad de emular los clásicos cinematográficos del género.

Para rizar aún más el rizo, Larraín se atreve con un inesperado giro metalingüístico en el tercer acto: la narradora omnisciente cuya voz llevamos escuchando toda la película, en perfecto inglés británico, entra volando en el presente del propio relato y se revela su identidad: Margaret Thatcher, también vampira desde hace siglos y madre biológica de este reinventado Pinochet. Ahí es nada.

Y es precisamente en estos juegos de su historia-ficción, y no sólo en la traslación al plano de lo fantástico, donde está el verdadero meollo de la sátira política. No es casual que el relato sitúe en los prolegómenos de la Revolución Francesa el nacimiento de dos de los sujetos más contrarrevolucionarios que ha visto nacer el siglo XX, como tampoco lo es esta conexión materno-filial entre la Dama de Hierro y el caravanero de la muerte (para más detalle, La doctrina del shock, arriba enlazada).

Quizás los colmillos podrían estar mucho más afilados y este ejercicio de sátira y burla dar más de sí, pero desde luego que resulta como reconfortante, no en clave reparadora -cometido que no tiene, ni podría conseguir aunque lo tuviese-, pero sí como catarsis desde el más oscuro de los humores. Porque ni el vampiro más sanguinario de la ficción ha derramado tanta sangre como en la realidad han vertido Augusto Pinochet, su cuadrilla e, indirectamente, los líderes internacionales que lo respaldaron. Y sobre todo, porque el arte no debe ser partícipe de la impunidad que permitió al dictador morir sin pisar la cárcel y cualquier ultraje a su memoria se quedará siempre corto.

Ficha técnica

Un comentario en «SED DE CATARSIS - EL CONDE, de Pablo Larraín»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

RSS
Suscríbete por correo
Instagram