LA CONVERSACIÓN – The Conversation (1974) de Francis Ford Coppola
UN LOBO ESTEPARIO FREUDIANO
En la década de 1970 Francis Ford Coppola ascendió al Olimpo cinematográfico radiografiando la soledad y las diferentes concepciones de poder. Michael Corleone en El Padrino (The Godfather, 1972) y El Padrino II (The Godfather. Part Two, 1974), Harry Caul en La conversación (The conversation, 1974) y el Capitán Willard y el Coronel Kurtz en Apocalypse now (1979), son hombres condenados a sobrevivir recluidos en burbujas herméticas. El aislamiento es, para ellos, el único modo de conservar su poder. A su vez, este hermetismo alimenta en ellos una paranoia autodestructiva que devora cualquier nexo entre el personaje y su entorno. Su soledad es, pues, absoluta e irreversible.
Aquellos hombres son ahora cuerpos endurecidos que renuncian a la sociedad, la comunidad y, lo que es más grave, a la familia, uno de los ejes fundamentales en el cine de Coppola. No en vano, las unidades familiares presentes en la filmografía del director son, de un modo u otro, reflejos o proyecciones de la suya propia: una familia italoamericana estrechamente vinculada al mundo del arte.
Familia equivale a orígenes, y Coppola no renuncia a los suyos. Así, tras retratar el declive de una poderosa familia italoamericana y analizar la estructura y organización de la Cosa Nostra en El Padrino, el realizador vuelve a fijar su mirada en la península itálica. En esta ocasión, para rendir tributo a uno de los grandes maestros del cine de este país: Michelangelo Antonioni.
Así, La conversación de Coppola - al igual que Impacto (Blow out, 1981), del también italoamericano Brian de Palma – es un claro homenaje a la celebrada obra de Antonioni Blow-Up (1966). Sin embargo, Coppola va más allá en su búsqueda y halla en El lobo estepario de Herman Hesse un personaje, Harry Haller, del que se sirve como molde a la hora de confeccionar al Harry Caul de La conversación (de hecho, no es casualidad que ambos personajes compartan el mismo nombre).
De este modo, La conversación extrae de la cinta de Antonioni la figura del observador accidental, impotente ante el asesinato; la inestable barrera entre lo real y lo no real, la historia de misterio y la reflexión sobre las posibilidades de la tecnología. Por su parte, del libro de Hesse se interesa por la introspección en la melancolía, incomunicación, soledad e infelicidad de su personaje central.
En una escena onírica del film de Coppola, su protagonista asegura no temer a la muerte, pero sí al asesinato. Sin embargo, éste no podrá hacer nada por impedir que se perpetre. Es inevitable, como también lo es en la trilogía de El Padrino, Apocalypse now o Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992).
La misma escena revela una información imprescindible no sólo para comprender al protagonista, sino para conocer más a fondo al mismo Francis Ford Coppola. Harry Caul confiesa en ese sueño haber tenido una enfermedad durante su infancia que le había impedido caminar durante seis meses. Esta circunstancia, que sufre también el pequeño Vito Corleone de El Padrino II, fue padecida por el propio director durante su infancia, cuando fue víctima de la polio.
No se acaban ahí las reminiscencias autobiográficas de la infancia de Coppola, ya que, de hecho, el empeño del director por realizar esta obra parece obedecer, en gran medida, a la sensación de "poder" (de nuevo esa palabra) que el cineasta sentía cuando, con catorce años, instalaba micrófonos en su casa para espiar a su familia (también de nuevo la palabra familia) sin ser descubierto. Este hecho está recogido también en La conversación, aunque, en esta ocasión, no lo escuchamos de boca del protagonista, sino de su rival, Bernie Moran.
Llegados a este punto, sería importante recordar en qué momento fue realizada esta película, posterior a El Padrino y anterior a El Padrino II. Coppola había alcanzado la gloria gracias a una obra "de encargo". Ahora era el momento de demostrar que también era un gran autor. Qué mejor modo de hacerlo que plasmar sus propias vivencias en lo que sería, según sus palabras, su obra más personal. Al fin y al cabo, la cinta también versa acerca de la contaminación entre ficción y realidad.
El proyecto tiene una importantísima componente técnica, fundamentalmente en el aspecto del sonido. Todo el peso de la historia se apoyaba sobre una conversación que tenía que ser registrada, hecha audible y descifrada. Esa conversación es reproducida obsesivamente una y otra vez a lo largo del metraje, tornándose, paulatinamente, más y más nítida tanto en su texto como en su subtexto, gracias al prodigioso trabajo técnico del montador Walter Murch, quien debe ser considerado casi co-creador de este fantástico film. No en vano, el sonido lo es todo en la vida de Caul. No sólo es su trabajo, sino es su concepción de la realidad. En este sentido es brillante la decisión de hacer de este personaje un ferviente apasionado del jazz. Una vez más, el sonido, en este caso la música, es su único modo de vida.
Además de la importancia capital del sonido, la puesta en escena de Coppola resulta también brillante a la hora de representar a un personaje solitario, un lobo estepario. Muy pocas veces vemos a Harry Caul rodeado de gente y, siempre que lo está, el ambiente se torna tenso y hostil. El uso de la cámara también es ejemplar, con frecuentes y amplios planos generales, frontales y panorámicos, haciendo uso de colores bajos en saturación, sutiles claroscuros y un explícito uso del grano.
El larguísimo zoom que inicia la primera secuencia del film (de dos minutos y 56 segundos de duración) condensa brillantemente la inquietante tesis de la obra: cualquiera de nosotros es susceptible de ser controlado y manipulado por una figura de mayor poder y, en ocasiones, el cazador acaba siendo cazado. Así, tanto la cámara como el indiscreto clown (alusión clara a Blow-Up) persiguen a Caul mientras él y los suyos espían a la joven e inocente pareja que, en el desenlace, acabará revelándose como conspirador verdugo.
Ya en los primeros compases de la cinta descubrimos a un hombre discreto, metódico, reservado, desconfiado y profundamente católico. Pero, ante todo, vemos a un hombre atormentado, paranoico y solitario. Una de las virtudes más sobresalientes de Coppola es cómo desenmascara a un personaje a través de sus acciones y sentencias, ya que las inexpresivas facciones de Gene Hackman hacen de él un personaje sombrío, enigmático y patético a la vez.
Harry Caul, a pesar de su prestigio, no tiene dignidad. Este factor será determinante cuando se mete en la boca del lobo. No rechaza el trabajo, no reconoce su culpa a pesar de sus remordimientos, es incapaz de destruir las cintas, se deja embaucar por una mujer que le traicionará, acepta un dinero que sabe que manchará sus manos de sangre, se muestra impotente ante el asesinato que sabe que se va a cometer y, finalmente, se vuelve completamente loco cuando comprueba que no ha sido más que una marioneta y cómo ha pasado, tal y como profetizaba la primera secuencia, de ser perseguidor a perseguido. Es el paradójico mito del cazador cazado.
La escena en la que un enajenado Caul destroza todo su apartamento tratando, en vano, de hallar el micro con el que está siendo espiado, es, simplemente, desgarradora. De nuevo una suave panorámica nos muestra el espacio claustrofóbico en el que el personaje se desenvuelve. Brillantemente Coppola nos muestra, a la vez que el deterioro físico del apartamento, la enajenación de un personaje desesperado, complemente fuera de si, al que han robado su bien más preciado: su intimidad, aquello que él arrebata a sus víctimas. ¿Dónde estaba el micro? Nos preguntamos todos. También Coppola tiene respuesta para ello: en la única cosa que Harry Caul jamás destrozaría o abandonaría: su saxofón. Este objeto inanimado convierte a Caul, al menos durante unos instantes, en un ser humano emocional.
Excelente comentario para una película maravillosa. La primera obre de Coppola que tengo el placer de ver y visto lo visto me siento afortunada de haber escogido "The Conversation" para empezar a conocer a este magnifico director.
Gracias por el comentario, tengo reproducir la cinta de nuevo para ser consciente de los muchos detalles que había dejado de observar en la primera reproducción y a los cuales haces alusión en tu comentario.
Muchas gracias por abrirme los ojos ante la plícula.
Muchas gracias por tu comentario y felicidades por tu entrada en el universo Coppola. De hecho, tienes el honor de pertenecer al reducidísimo club de "gente que no descubrió a Coppola gracias a 'El Padrino'"
Un saludo y gracias por leernos
El microfóno no está en el saxofon, sino que es el telefóno. Entiendáse bien: no digo que haya un micro oculto EN el telefóno (de hecho, vemos a Harry revisarlo) sino que EL telefóno es el micro. Esto se explica por el sistema que usa el vendedor en la convención. A menos que haya entendido mal y haya sido todo una broma.
Hola, gran análisis de la película.
Acabo de verla y tengo la hipótesis de que no había ningún micrófono en su apartamento, sino que el espia que había contratado la pareja para espiarle era el mismo que le engañó con el bolígrafo, "el segundo mejor espía" se habría valido del sistema telefónico que describe en la convención de espias (una descripción muy detallada y rigurosa pero carente de valor argumental de otra manera) para convertir el teléfono en un micrófono. De hecho se escucha tras la segunda llamada el mismo pitido que vemos en dicha explicación. Al ver esto se da uno cuenta de que la fiesta en el estudio del protagonista es todo un proceso de este personaje para sonsacar el sistema empleado en la escucha del parque...
No estoy seguro pero lo veo bastante probable, y de ser así la trama es mucho más paradójica ya que el protagonista ni llega a sospecharlo al final pero se ha convertido en el segundo mejor espía.
ahh osea que el microfono posiblemente se aloje en su saxofón, o tambien que uno de sus "amigos", el que le hizo la broma de mal gusto (no recuerdo su nombre) le haya robado la idea de espiar a distancia y ahora lo use en su contra.