CELULOIDE CONTROVERTIDO: MALDITOS BASTARDOS / BASTARDOS SIN GLORIA – Inglorious Basterds (2009) de Quentin Tarantino
Crítica I: ADOLF, BAILARÉ SOBRE TU TUMBA
Por Eloy Van Clift
Sólo un bastardo megalómano se atrevería a llegar tan lejos. Aleluya. El hombre del saco ha vuelto armado hasta los dientes y, si no quieres acabar en el fondo de su macuto, más te vale cerrar los ojos y contar ovejitas. Puedes correr despavorido y conservar la cordura o arrojarte en salto mortal a las profundidades de esta herejía delirante. Tú eliges. ¿Do you wanna play?
Érase una vez un spaghetti western en el que los rostros pálidos arrancaban la cabellera a sus enemigos bajo las órdenes de un indio apache. Érase una vez una sensual Heidi de Arco cinéfila sedienta de venganza. Érase una vez un refinado demonio nazi políglota más listo que el hambre. Érase todo ello una vez… en la Francia ocupada por los nazis.
El ‘Once Upon a Time in Nazi-Occupied France’ que da título al primero de los cinco capítulos en que se estructura Malditos Bastardos nos advierte de que seremos testigos de una fábula ucrónica, un ejercicio de revisionismo delirante, un siniestro cuento sin hadas, una deliciosa patraña camuflada de Historia. No tienes por qué creértelo, simplemente tienes que masticarlo, rumiarlo, degustarlo y digerirlo con deleite. Absténganse estómagos delicados.
Nos enfrentamos a un Tarantino descaradamente alborotador, insolente, blasfemo… Por eso lo amamos o lo odiamos más que nunca. El director de Pulp Fiction ha madurado como un temerario arquitecto de lo estrambótico, de lo excesivo, de lo grotesco. Tarantino monta, desmonta, saquea y profana a su gusto, porque él es Tarantino y nunca ha sido tan consciente y seguro de sí mismo. Esta confianza mana de sus magníficos diálogos envenenados, infectados, hirientes, perversos, afilados. Quentin Tarantino crea monstruos tan repulsivamente fascinantes y magnéticos como él mismo. Seres como Hans Landa, encarnación de la cultura y el conocimiento a la disposición del mal.
El insólito Christoph Waltz devora la pantalla en la piel de un coronel nazi endiabladamente perspicaz, brillantemente sagaz y condenadamente locuaz. Para asombro y deleite de todos, Waltz eclipsa incluso a la mejor versión de Brad Pitt, soberbio dando vida al rudo pero carismático teniente Aldo Raine.
Como colofón, el cineasta de Tenesse sabe como nadie alimentar el culto en torno a su figura con escenas inolvidables, como esa claustrofóbica olla a presión que es la taberna La Louisiane o la orgiástica secuencia final en el cine Gamaar. Ante cintas como esta uno sólo puede sonreír perniciosamente y pensar… ¡qué cabrón!
Crítica II: EL TIRO POR LA CULATA
Por Julio C. Piñeiro
Por todos es sabido que, cuanto más ambicioso es un proyecto, mayores son las expectativas que levanta y, por lo tanto, mayor será la exigencia. Incluso el quedar un peldaño por debajo del listón ya puede provocar que la impresión final salga gravemente perjudicada.
Se trata, en definitiva, de su empresa más ambiciosa y arriesgada (por lo delicado del tema), a lo que se ha unido una espera de cuatro años, desde que anunció el proyecto, con esa pausa que fue Grindhouse con su episodio Death proof, una propuesta, quizá decepcionante, pero mucho menos ambiciosa.
El comienzo tiene bastante fuerza, con unos créditos muy característicos y la presentación del relato por capítulos que dan entrada a una escena rural en la que banda sonora nos hace presagiar que se trata de un western bélico con una estructura narrativa marca de la casa. En esta primera escena, introductora del cínico y heterodoxo comandante nazi Hans Landa (Christoph Waltz), de lo mejor del film, se desarrolla con una narración tensa inédita en el realizador.
Es precisamente aquí donde falla: a la hora de alternar estas dos formas de expresión, a la hora de medir del tiempo narrativo, lo que hasta ahora había sido su gran especialidad. Mientras la cacería de nazis es un goce para los sentidos, las escenas en que se nos va contando la conspiración contra el III Reich tramada ante sus narices, resultan excesivamente largas, densas, e incluso cansinas, con diálogos interminables y situaciones que parecen no conducir a nada importante. De esta manera, las secuencias de los Bastardos, en píldoras más digeribles, además de un goce resultan un respiro, un momento divertido entre tanta maraña. Así es que el ritmo del conjunto acaba realmente dañado. Y esto lo podemos notar perfectamente en la escena del bar (donde aparece por primera vez Bridget von Hammersmark, interpretada por Diane Kruger, un interesante pero prescindible homenaje a Mata Hari), en la que los dos estilos convergen… para lo malo: los primeros compases son excelentes, pero poco a poco la tensión latente se agota y al final sólo deseamos que la secuencia finalice.
La mayoría de las referencias y citaciones, esta vez de la época dorada del cine alemán, aparecen metidas con calzador o fuera de lugar, llegando incluso a crear una atmósfera pedante y cultureta. Tres cuartos de lo mismo respecto a la banda sonora, una serie de despropósitos del director de homenajearse a sí mismo, o de parodiar ciertos clichés cinematográficos, como en la escena del asesinato recíproco de Shosanna y el héroe nazi, que incluso sabe a ridícula.
En definitiva, el primer encuentro de Tarantino con el imaginario europeo no ha llegado al nivel que se esperaba, en parte por haberse traicionado, parcialmente, a sí mismo y no creer al 100% en el estilo que él mismo ha creado.
Tostón al que le sobran minutos en cantidad, por no decir otras cosas; nos cansamos de dar vueltas en la butaca .Tarantino como escuela para posteriores objetivos a alcanzar por dementes patrios sueltos, es sublime .