BRUCE SPRINGSTEEN – STREETS OF PHILADELPHIA / BSO de ‘PHILADELPHIA’ (1993) de Jonathan Demme
Adelantamos la sección musical de la web, habitual de los viernes, para ser partícipes del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. Y como lo nuestro es el cine, pero con música todo entra mejor, pues le dedicamos la Banda Sonora de la semana. Un emblemático tema de uno de los dioses musicales del siglo XX, dedicado a una ciudad emblemática en el que se sitúa una de las películas que más ha hecho, al menos a nivel comercial, por la concienciación acerca de la enfermedad en la opinión pública generalista, a la par que alegato en contra de la discriminación de los infectados de VIH. También, al mismo nivel, con respecto a la homosexualidad masculina, con la que tradicionalmente se ha asociado al SIDA.
Fue tal su impacto que hasta la Academia se atrevió a oscarizar a su protagonistas, un Tom Hanks en la cumbre de su carrera (al año siguiente repetiría estatuilla con la exitosa y legendaria Forrest Gump) encarnando a un personaje homosexual y seropositivo. Un tema en su momento de mayor sensibilidad y candencia mediática, apenas dos años más tarde de la muerte de Freddie Mercury, víctima-estandarte, que no comunicó públicamente su enfermedad hasta el día anterior de su fallecimiento, pese a llevar cuatro años infectado, así como del anuncio de la infección de Magic Johnson, icono deportivo y héroe nacional. Si bien la película de Jonathan Demme (también en la cima tras el incontestable éxito, académico y comercial, de El silencio de los corderos) no resolvió de la noche a la mañana todo esa marginación y falta de preocupación y dedicación, sí fue decisiva a la hora de abrir camino en este aspecto.
Por otra parte, ese a la inmensidad de Hanks, y la posterior relevancia de su personaje (basado parcialmente en el caso real de Geoffrey Bowers), el rol más importante de cara a la función social de esta película no es otro que el del abogado Joe Miller (un Denzel Washington igualmente en auge), abogado inicialmente homófobo que acaba haciéndose cargo de la denuncia del protagonista, también abogado, por despido improcedente, un caso que ningún otro profesional o bufete quiso aceptar. Su evolución, que llega a la cumbre en aquella lograda secuencia en que Andrew Beckett (Hanks) relata con indescriptible pasión su amor por la ópera mientras suena La mamma morta de Maria Callas, representa la única actitud posible que debía adoptar la sociedad en su conjunto con respecto a esta problemática, a nivel tanto profesional como humano.
Algunos se preguntan si el escenario de la película es tan determinante en ella como para copar el título, algo que a primera vista parece que no sucede así. Pero las notas y la voz de The Boss, originalmente compuestas para el film (igualmente con su respectivo Oscar) nos introducen, en su secuencia inicial (de la que el videoclip de la canción en poca cosa difiere), junto a una retahíla de imágenes muy variadas del comienzo de un día normal en la ciudad, en un espacio que representa, con su cotidianidad y su estratificación social y urbana, el estándar de cualquier ciudad norteamericana media moderna, pero en la cual existían aún profundos y arcaicos prejuicios, también en sus esferas más avanzadas, que la película se encargaría de intentar tumbar.
Un film emotivo (que no lacrimógeno), eficaz y útil, atemporal y universal pese a su situación en un lugar, una época y un momento social muy determinados, con una combinación irrepetible de talento en los momentos más dulces de sus carreras (especialmente Demme y Hanks, pero también Washington y Springsteen, cabeza de una banda sonora envidiable que incluye, asimismo, un tema original homónimo de Neil Young, además de sensaciones del momento como Indigo Girls (iconos lésbicos), Neville Brothers o Sade, aparte de la ya mencionada selección de ópera, a través de la escucha diegética del protagonista.
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