ENTUSIASMO, ALEGRÍA, CONFIANZA Y… ¿OPTIMISMO? – Vuelve ‘EUPHORIA’

"Euforia" es uno de esos términos tan sonoros y magnéticos en sí mismo que invitan a usarlos con cierta desmesura sin conocer con exacta precisión su significado. Acudiendo a nuestra particular "guardiana de las palabras", la RAE, se nos define dicho concepto en su diccionario como "entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al optimismo", y ya a título más específico, ceñido al terreno de la medicina, como un "estado de ánimo extremadamente optimista, que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad". A su vez, lo más parecido a su equivalente para la lengua de Shakespeare, el diccionario de la Universidad de Cambridge, se ocupa de "euphoria" como (traducción libre de un servidor) "extrema felicidad, a veces más de la que es razonable en una situación particular", o bien como "un sentimiento de extrema felicidad o confianza".

Dos años y medio después de la intensa season finale de la primera temporada, con dos inspiradísimos especiales "de entretiempo" dedicados a Rue y Jules, por fin regresa el drama adolescente de Sam Levinson, que tanto furor causó en su primera hornada y que le acabó valiendo un Emmy a su protagonista, la cada vez más inspirada Zendaya. Vista tanto la season premiere como el avance de los siete episodios restantes que nos esperan, ¿qué proporción de entusiasmo, alegría, optimismo, felicidad y confianza nos ha ofrecido este anhelado regreso? ¿Qué cantidad de los mismos podemos aguardar en las siguientes entregas?

¿Entusiasmo? No hay nada que más entusiasme a un adolescente que una fiesta… y esta ocupa la mayor parte de la acción. Una fiesta en una casa muy grande, lo suficiente para alternar en la misma las distintas tramas episódicas de su creciente reparto coral. Y el objeto de ese entusiasmo se conjuga tanto en positivo –en forma de inicio de hermosas amistades… o relaciones- como en no tan positivo –ejecuciones de planes de venganza, regreso al pozo más hondo de la adicción. Visto lo visto, puede que el entusiasmo, parafraseando a cierto genio incomprendido, esté conceptuado socialmente muy bien, quizás excesivamente bien.

¿Alegría? Pues además de que tenemos los amantes de esta serie por tener por fin nuevos capítulos que disfrutar –y dosificados semanalmente, lo que también tiene su aliciente positivo-, pues la que se puede ver en las caras de Fezco y Lexi –los dos personajes con mayor potencial infrautilizado hasta ahora por Levinson y compañía- al entenderse tan bien. O la del anhelado reencuentro entre Jules y Rue, por primera vez desde la separación en la estación de tren, si bien no desprovisto de cierto tono agridulce por lo que sabemos que hay detrás y por lo que podemos intuir que va a ocurrir próximamente.

¿Confianza? Pues depende. La que le falta a Cassie para ser honesta con su mejor amiga Maddie, o a Rue para no dejarse llevar una vez más por su adicción, le sobra a Fezco en todos los sentidos, tanto para romper el hielo y estar seguro de sí mismo hablando con Lexi, como para darle la paliza de su vida a Nate –lo cual, no nos hagamos los dignos y lo neguemos, seguramente ha producido un intenso regocijo en muchos espectadores-. O la que demuestra, en el flashback que abre el episodio, la abuela de Fezco y Ash para criar ella sola a dos niños, confrontar a camándulas y criminales y sobrevivir en los más bajos fondos de la droga y el narcotráfico.

Ahora bien, ¿optimismo? Más allá del que nos pueda prometer el devenir de determinadas relaciones –nuevas o restauradas-, no demasiado, por no decir escaso o nulo. La reacción contenida de Lexi ante la versión más violenta y encarnizada de Fezco recuerda al plano final de El Padrino, con la mirada de una decepcionada y entristecida Kay Adams-Corleone (Diane Keaton) barrida por la puerta que cierran su marido y sus secuaces. Y la aparente reconciliación sentimental entre Jules y Rue en la fiesta, a juzgar por las pistas que nos arrojan los avances de las próximas entregas, para no haber sido más que una preciosa ensoñación. En resumen, se avecinan turbulencias, en múltiples direcciones y parece que en el peor sentido del término.

En conclusión, Euphoria es violencia, soledad, adicciones, decepciones, desamores… lo que viene siendo una visión nada mitificada ni complaciente de la adolescencia, en las antípodas de esa visión sesgadamente romantizada y engañosamente nostálgica de Ana Iris Simón y sus allegados. Un retrato íntimo y personal de la Generación Z pero con una proyección universal que va camino de convertirse en un clásico contemporáneo. Con cada aparición de los títulos de crédito comenzará el recuento ansioso de las horas que resten para el siguiente episodio.

P.D.: Si habéis llegado hasta aquí esperando algún comentario sobre la reiterada presencia en esta serie de miembros viriles en plano, no puedo aportar nada que no haya dicho ya David Opie en Digital Spy (y que los compañeros de Fotogramas han tenido el detalle de traducir al castellano).

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