EN EL ECUADOR Y EN LA CIMA - DOMINGOS EN SERIE
DOMINGOS EN SERIE (04-05-2014)
Alcanzamos el ecuador de las temporadas de dos de las tres series que conforman actualmente esta sección. Mad Men llega al clímax de su trama de continuidad, introducida a finales del pasado episodio, a la vez que da otra lección de narrativa con su trama paralela, episódica,... sólo quedan ya tres entregas de esta primera hornada de la temporada final de la excelentísima serie de Matthew Weiner; Juego de tronos, por su parte, confirma la tendencia ascendente en ritmo y puntos fuertes de esta cuarta hornada y alcanza el nudo dramático de la misma en su punto más álgido, con una revelación que trastoca todos los esquemas mentales que teníamos del relato hasta el momento. Californication avanza hacia el segundo acto de su temporada de despedida metiéndose de lleno en el conflicto central de la misma, el último gran obstáculo para el objetivo final del protagonista.
Juego de tronos 4x05: First of his name
Decía a propósito de la entrega anterior que, en esta cuarta temporada, Juego de tronos estaba poniendo la carne en el asador muy pronto, con eventos mayúsculos y giros bruscos de situación en los primerísimos episodios, sin hacernos esperar tanto por los mismos, como en los pasados años. Pues bien, esta tendencia se acentúa en el episodio del pasado domingo, en el cual nos llega la mayor y más sorprendente revelación de la serie hasta el momento. No hacia el presente o el futuro inmediato, que también, por el principio de causa y efecto, sino hacia un pasado que toca reordenar en nuestros esquemas mentales por completo, para poder así comprender la dirección y magnitud de todas las fuerzas implicadas y poder pensar en lo que vendrá a continuación.
Toda la cadena de acontecimientos desencadenados en la trama troncal, la de las guerra dinásticas en Poniente, desde el verdadero nudo de la primera temporada, cuando Ned Stark decidió enfrentarse al poder de los Lannister (con fatal resultado para su persona), no responden a las causas que hasta entonces nos habían hecho creer, sino a un maquiavélico y calculadísimo plan de Lord Baelish, un personaje con notable presencia en el segundo plano de la serie y que, lejos de alejarse del meollo del asunto, como parecía a finales de la pasada hornada, cobra una relevancia capital, nuclear, pues, a partir de ahora, las fuerzas implicadas en esta compleja gran trama pivotarán en torno a su figura y al punto al que será capaz de llegar con su plan maestro.
Por otra parte, al otro lado de Poniente, el momento que, personalmente, tanto anhelaba se ha hecho por fin realidad. La expedición de Bran Stark, ayudantes en la sombra (nunca mejor dicho) de la Guardia de la Noche en su destrucción del Torreón de Craster, ha aprendido a utilizar su mejor arma de guerra: el bueno de Hodor, habitualmente asustadizo y, por tanto, desaprovechado de su fuerte constitución física, ha repartido estopa por fin, aunque fuese poseído por la fuerza psíquica de Bran. Un tándem que recuerda, en cierto modo, a la extraña pareja protagonista de Un mundo a su medida, y al que, con mucha probabilidad, volveremos a ver en acción en ocasiones venideras, pues Bran ha optado por la vía de valientes y seguirá con su particular misión en lugar de buscar su propia seguridad (y la de quienes lo acompañan). Ahora ya tiene quien reparta mascadas por él.
Matthew Weiner y su talentoso equipo creativo lo han vuelto a hacer. Un título enigmático y sugerente (y en este caso, además, totalmente referencial) para el capítulo evoca la trama aparentemente aislada, puramente episódica, del mismo, en la que se inserta y fluye la trama de continuidad, que, a su vez, alcanza un verdadero punto climático. Pero resulta curioso que, pese a llegar a ese esperado momento en el que Don Draper se ve, después de tantos años y éxito acumulado, en un eslabón bajo de la cadena de mando, del proceso creativo de la agencia, y supeditado ante la que siempre había sido su alumna aventajada, el episodio nos haga dar vueltas a la cabeza en torno a todo el debate, aparentemente casual, generado por la llegada de la informática, de la tecnología más avanzada del momento, a un espacio de trabajo muy conservador todavía en sus métodos. Unos diálogos que llegan a alcanzar unas cotas metafísicas de cierto calado, y que parte, una vez más, de un detalle tan insignificante como puede ser un mechero. Sí, Mad Men, aparte de serie mayestática, supone todo un tratado de narrativa en cada nueva entrega.
Ese pilar argumental dual (elemento episódico y elemento de continuidad, ambos centrados en Draper) dejan sitio además para una trama que, si bien viene cargada con un fuerte factor de sorpresa, viene sugerida desde hace tiempo en la propia serie, dejando patente que el karma a veces acaba actuando. Roger Sterling, el “modélico” hombre de negocios que tanto se despreocupaba de su familia mientras experimentaba con sustancias psicotrópicas y se les veía con más de una amante hippie (algunas a la vez), ha visto como su desconsideración le ha acabado explotando en la cara de la manera más paradójica, con su hija abandonando a su propia familia y uniéndose a una comuna rural de dicho movimiento social, realidad contracultural del momento.
Podéis leer una reseña más amplia en el portal TodoSeries.
¿Qué tipo de hijo varón podría engendrar un personaje como Hank Moody? ¿De tal palo, tal astilla, o todo lo contrario? Ahora que tenemos la posibilidad de hacernos ese pregunta, tenemos que contar el más que determinante factor de que este, a lo largo de su vida, no ha sido criado más que por su madre, soltera, y que jamás había tenido una figura paterna hasta el momento. Por lo tanto, la respuesta es completamente la segunda. El “quiero y no puedo” de Levon para con las mujeres lo acerca mucho más al concepto de Charlie Runkle, si bien, su absoluta deficiencia en habilidades sociales, causa y efecto de unos fetiches eróticos bastante perversos, lo hacen aún peor que el calvo en ese aspecto. Los consejos, bastante evidentes, que le da su recién conocido padre biológico acaban en el más absoluto desastre, dada su incapacidad por no salirse de tono hasta cotas estratosféricas, y daña aún más la ya maltrecha reputación de Hank en su nuevo trabajo.
Todo pinta a que el mini-Moody (aunque, más bien, sería un anti-Moody,... como la copia defectuosa del mismo al estilo de De Vito y Scwharzenegger en Los gemelos golpean dos veces) acabará mejorando sus destrezas seductoras y alcanzando alguno de sus objetivos, pero el verdadero meollo de la cuestión es otro: su madre. La única gran amenaza restante a la posibilidad de reconciliación definitiva de Hank y Karen se acaba de materializar de la peor manera posible, como bien sospechaba esta última, y a varias bandas: ahora tendrá que verla todos los días en el trabajo, tendrá que ver al jefe de ambos (acertado fichaje de Michael Imperioli) intentando cortejarla por activa y por pasiva y, encima, han tenido ya su pequeño desliz, si bien todavía inocente. Cruzada ya esta frontera, se me antoja imposible pensar que esto no vaya a ir a más en algún momento u otro. ¿Tendremos entonces el final feliz (a su particular y heterodoxa manera) que esta serie, que esa dilatada e inseparable pareja se merece?
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