SOMMEIL ÉTERNEL - 'NUEVA VIDA EN NUEVA YORK', de Cédric Kaplisch
NUEVA VIDA EN NUEVA YORK – Casse-tête chinois (2013) de Cédric Kaplisch
Es difícil (y poco profesional) escribir sobre la tercera parte de una trilogía sin haber visto las anteriores dos películas que la componen. ¿Cómo escribir sobre El Padrino III si jamás hubiéramos sabido de la existencia de Don Vito Corleone, padre de Michael? ¿Cómo valorar El retorno del Jedi sin saber, por el amor de Dios, que en El imperio contraataca Darth Vader le ha confesado a Luke que es su padre? Se puede, pero la cojera va a ser inevitable. Por eso, en estos momentos en los que me dispongo a dar mi opinión sobre Nueva vida en Nueva York sin haber visto las previas Una casa de locos (2002) y Las muñecas rusas (2005), me siento un poco torpe, un poco lisiado, un poco mentiroso. Voy a procurar agarrarme a la máxima que dice que una pieza debe tener un valor propio independientemente del conjunto, aunque no tiene por qué ser siempre así. Finjamos, pues, que Nueva vida en Nueva York no es secuela de nada. Es una obra original que nos presenta a unos personajes nunca antes vistos.
La historia sigue a Xavier, un escritor parisino a quien el éxito profesional le llega al mismo tiempo que el fracaso matrimonial. Su mujer lo abandona para mudarse a Nueva York junto con los hijos de ambos, y Xavier, que no concibe la idea de vivir separado de sus retoños, decide seguirlos y mudarse él mismo a la ciudad que nunca duerme. Una vez en la ciudad estadounidense, Xavier se encontrará con viejos amigos y conocidos a los que nosotros no conocemos porque definitivamente esta no es la tercera parte de ninguna trilogía y no existe película previa sobre estos personajes.
Hay algo en la obra de Cédric Klapisch que transmite frescura y autenticidad, alejándola de otras propuestas similares sobre treintañeros que tienen que aprender a vivir como adultos aun cuando el adolescente que llevan dentro se empeña en rebelarse de vez en cuando. Aquí hay algo orgánico, los personajes, sus conductas, sus palabras, suenan veraces, no hay (y si la hay, no se nota) impostura en la escritura. Y mira que hay ciertos episodios que resultan, siendo generosos, inverosímiles ("dono esperma a mi mejor amiga lesbiana al mismo tiempo que planeo una falsa boda con una asiática americana para así obtener el permiso de residencia y vivir junto a mis hijos a los que mi mujer a arrastrado a los Estados Unidos por haberse enamorado de un americano").
Es un Judd Apatow a la francesa, con una Audrey Tautou que no hace de Amélie Poulain (¡aleluya!), un Romain Duris que le tiene bien cogida la medida a su personaje (cualquiera diría que lo había interpretado antes en, qué sé yo, dos ocasiones) y un reparto de secundarios en estado de gracia (en especial Cécile de France, ganadora del César por Las muñecas rusas). No es una película por la que perder la cabeza. No es la gran revelación del cine francés (ese título se lo cedemos con gusto a la sobrevaloradísima Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!). Es una peliculita. Sencilla, fresca, natural, creíble, divertida a ratos. Y no es poco.