NOVOS CINEMAS 2019: LA CRÓNICA (I)
CINE EMERGENTE ANTES DE NAVIDAD
Novos Cinemas llega a su cuarta edición, alcanzando su madurez y ahondando en su consolidación como cita festivalera en la escena audiovisual gallega, estatal y, cada vez más, la internacional. Es de agradecer que una ciudad tan propicia para las industrias culturales como Pontevedra cuente con un certamen que supone una ventana para creadores emergentes de todo el mundo, ya que sus secciones competitivas se nutren exclusivamente de primeras y segundas películas.
A mayores, sigue reforzando su laboratorio de proyectos y sus sinergias con la comunidad escolar y universitaria, con otros centros culturales como el Museo de Pontevedra y con otras iniciativas cercanas (como Cinegalicia 2019, de nuestros compañeros de A Cuarta Parede). Asimismo, se confirma el acierto de mover sus fechas de celebración al invierno, tal como se concibió en su edición piloto. La antesala de la Navidad se convierte en el momento perfecto para disfrutar películas que han desfilado a lo largo del año por las principales citas festivaleras del planeta.
Sin más miramientos, os dejo con la primera hornada de reseñas de las películas que he tenido el placer de ver en el Teatro Principal de mi ciudad.
ARIMA (2019) de Jaione Camborda
La película elegida para la apertura fue el debut en el largometraje de Jaione Camborda, que se estrenó el mes pasado en el Festival de Sevilla. La cineasta, vasca de nacimiento y gallega de adopción, nos plantea un drama psicológico en la Galicia profunda, de la cual absorbe sus particulares tradiciones y supersticiones del dominio de lo fantasmagórico y al más allá para llevarlas al terreno de lo íntimo y lo introspectivo. Cuatro mujeres, tres adultas y una niña, ven alterada su rutina por la llegada de dos extraños al pueblo (de los cuales sólo llegamos a ver uno), ante lo que reaccionan de maneras muy distintas, peleándose a su vez con sus propios fantasmas interiores en una continua tensión que se refleja en dos planos, superpuestos de manera que apenas se distinguen entre sí: el de lo real frente a lo imaginario y el del pasado frente a lo presente. Muy a destacar el personaje de la niña y su interpretación por Nagore Arias, que demuestra una madurez bastante sorprendente para su edad.
BLANCO EN BLANCO (2019) de Théo Court [Sección Oficial]
Esta coproducción hispano-chilena viene de cosechar un gran éxito en la sección Horizontes de Venecia, de la que se volvió con el galardón al Mejor Director y el premio Fipresci. Court nos plantea un western atípico, ambientado en la Tierra del Fuego, donde la Monument Valley es reemplazada por praderas nevadas y el “forastero” no tiene más arma que su cámara de fotos (un recurso muy bien utilizado a la hora de replicar las imágenes de archivo de la era colonial tardía en esa zona del mundo). Si bien en primera instancia el relato transita por la obsesión del protagonista por la prometida y futura esposa del terrateniente, en su segunda mitad (algo dilatada de más en cuanto a duración) se revela como una reflexión sobre el poder y sus mecanismos de dominio y sumisión, un poder representado a través de la metáfora en ese terrateniente con nombre pero sin cara, invisible pero siempre latente. En palabras del coguionista Samuel Delgado, presente en el festival, un western nevado nunca decepciona.
LOST HOLIDAY (2019) de Michael & Thomas Matthews [Sección Oficial]
La ópera prima de los hermanos Matthews (uno de los cuales, además, actúa en la propia película), que desfiló este año por Filmadrid, Rotterdam o el Bafici, no se parece en nada a cualquier otra película sobre reuniones del instituto una vez cumplidos los 30, ni a cualquier otra película de Navidad ni a cualquier otro título ambientando en Washington que hayáis visto antes. Sin que apenas nos demos cuenta, lo que comienza como un relato de nostalgia de la adolescencia y el balance de los sueños no cumplidos se convierte enseguida en una comedia de intriga al más puro estilo Misterioso asesinato en Manhattan. Con un aroma muy indie (en el mejor sentido del término) y ciertos tintes autobiográficos, los cineastas combinan en todo momento, con un montaje no lineal muy hábil, el drama existencial treintañero con la comedia criminal más hilarante y por momentos hasta absurda. Y como telón de fondo, los lugares y las gentes del Washington real, que nada tienen que ver con la habitual representación de la capital estadounidense en el cine y la televisión.
GIRAFFE (2019) de Anna Sofie Hartmann [Sección Oficial]
El segundo largometraje de esta cineasta, danesa de nacimiento y formada en Alemania, aterriza en Pontevedra tras su paso por Donostia, Locarno y Mar del Plata. Si bien la premisa de partida me resultaba interesante, ha sido la propuesta con la que menos he conectado de las que llevo vistas en esta edición. Una relación entre una etnóloga danesa y un obrero polaco en el contexto de la construcción de un túnel que se llevará por delante casas tradicionales con mucha historia detrás sirve de columna vertebral del relato, que reflexiona sobre el coste humano y patrimonial de la “modernidad” en la Europa contemporánea y la incomunicación en un escenario de continuos movimientos transfronterizos que no es tan perfecto e idílico como nos quieren vender. Así y todo, pese a todo el potencial del planteamiento, su tratamiento excesivamente lineal y la carencia de más puntos de intensidad dramática hacen que el resultado final me haya sabido a poco, dejándome la sensación de que a ese material podría habérsele sacado mucho más partido.
NE CROYEZ PAS SURTOUT QUE JE HURLE (2019) de Frank Beauvais [Sección Oficial]
El concepto de cinefagia alcanza otra dimensión al conocer la peculiar historia de Frank Beauvais, a la postre premisa y semilla de su película, programada en la sección Forum de la pasada Berlinale: para hacer más llevadera la ruptura de su relación y la soledad en su nueva vida en la Alsacia rural, el cineasta devoró más de 400 películas en apenas seis meses. A partir de breves fragmentos de las mismas, de no más de cinco segundos en general, ilustra un diálogo interior con su propia situación y también con el contexto social y político de Francia en la actualidad. Salvando las distancias (y la diferencia de magnitud), se marca su particular Histoire(s) du cinema, presentándonos un denso y por momentos frenético montaje del que no debe distraerse uno si no quiere perder el hilo de su discurso. Un ejercicio experimental muy interesante que se nutre, a la vez que reafirma, la marcada universalidad y atemporalidad de la imagen cinematográfica.