OSCARS 2016: LA CRÓNICA
REIVINDICACIÓN, TEDIO Y, ¡AH!, SPOTLIGHT
#OscarsSoBoring
Llegó la noche de los Oscar, con su alfombra roja, los flashes de fotógrafos con el gatillo fácil, el público reunido en las inmediaciones del Dolby Theatre para ver de lejos, muy lejos, tamaño hormiga con enanismo, a sus ídolos (¿en serio, para qué van? ¿no tienen teles en casa?), las expectativas tan altitas y preparaditas para estrellar contra el suelo. No soy ningún experto en estilismo, pero como discípulo aventajado de Nostradamus que soy ya en los modelitos que lucían los actores y actrices podía vaticinar una noche sin brillo, aburrida, sosa (salvo por las actrices de Carol, que parecen haberse contagiado de la elegancia del film, y por Jared Leto, el único hombre que, por lo visto, compró su traje en una tienda diferente al resto de los actores). Nada prometía gran cosa, pero, ¡hey!, son los Oscars, da igual que un año el presentador parezca haberse fumado diez yujus antes de salir al escenario (¡hola, James Franco!) porque al año siguiente volverás a ver la gala y volverás a acostarte preguntándote por qué demonios sigues haciéndote esto.
Arrancó la gala y el señor Chris Rock, que ni en un millón de años le llegaría a Ricky Gervais a la altura de las rodillas, atacó el elefante en la habitación. Sin miramientos, sin rodeos: los Oscars son racistas. Los académicos son un puñado de vejestorios caucásicos que se sienten muy cómodos con los privilegios que les otorga ser blancos, hombres y heterosexuales. Las minorías están bien para la foto, pero, por favor, no nos traigáis de eso a la gala que ya sabemos cómo se ponen y Halle Berry todavía necesita atención médica desde que ganó en 2002. Chris Rock no lo dijo así, pero por ahí iban los tiros. El problema fue, como siempre, que el cómico se eternizó, se le hizo de noche, y no sólo eso, sino que pasó a justificar su decisión de no unirse al boicot a la gala y a atacar vilmente a gente como Will Smith que habían decidido no acudir a la entrega de premios en señal de protesta. Mal.
Empezaron a caer los premios y más de uno se llevó un buen susto con la carrerilla que había cogido Mad Max, que para la mitad de la gala cosechaba ya seis Oscars (su contador se quedaría ahí). Mark Rylance ganó a Mejor Actor de Reparto por poner la misma cara y básicamente decir la misma frase en toda la película. Y Stallone, claro, de bajón, porque tampoco voy a decir que ésta fuera su última oportunidad, pero, seamos serios, era su última oportunidad. La Mejor Actriz de Reparto fue Alicia Vikander, que se ha marcado una campaña de traca, romance con Fassbender incluido. Y la pobre Kate Winslet, que necesita un pulmón nuevo después de recitar de carrerilla los diálogos de Aaron Sorkin, a aplaudir en su asiento y a aspirar de la bombona de oxígeno que escondía bajo su vestido.
Entre medias, canciones. Sam Smith sacó su mejor versión de perrillo apaleado para interpretar Writing's on the wall, por la que acabaría llevándose el Oscar, y Lady Gaga se marcó un show sentido y emotivo (aunque con un toquecito de esquizofrenia marca de la casa) con su Til it happens to you, con introducción del mismísimo Joe Biden, vicepresidente de los Estados Unidos, incluida. Público en pie, lágrimas, en fin, un poco triste todo, aunque el mensaje de apoyo a las víctimas de violación en los campus universitarios es irreprochable y necesario. Después actuó Anohni. Ah, espera, no. El cantante transexual nominado a la Mejor Canción no fue invitado a actuar en la gala. Tocaba reivindicar a la comunidad negra, no a la transgénero, y, además, para eso ya estaba La chica danesa, ¿no? ¿No? Pues no. Mal.
El mejor actor fue Leonardo DiCaprio. ¡POR FIN! Un momento... ¿por fin? Tiene 42 años, y como el propio Chris Rock señaló, cada año interpreta un buen papel en una buena película con sus buenas posibilidades de premio. Algunos señalan, además, que en El renacido se limita a hacer la croqueta por la nieve. Un poco exagerado. Un premio merecido, sin duda, aunque no porque “se lo debieran”, como algunos pretendían vender, sino por su interpretación sacrificada, casi muda y muy, muy intensa. La mejor actriz fue Brie Larson, otro premio cantado, por esa película pequeña y maravillosa que es La habitación, en la que comparte foco con Jacob Tremblay, ese niño que ha acaparado la atenión de todas las alfombras rojas y al que, por el amor de Dios, espero que sus padres sepan mantener con los pies en el suelo para no acabar convertido en otro monstruo de la industria.
El Mejor Guión Original fue el de Spotlight. Irreprochable. Contar la historia de los abusos sexuales de la Iglesia sin caer en sensacionalismos burdos ni sentimentalismos impostados, dejando que la propia narración y la investigación periodística creen por sí mismas esos sentimientos de indignación y repulsa, es de una escritura concisa y magistral. El Mejor Guión Adaptado fue el de La gran apuesta, película que quisiera volver a ver para entenderla mejor, pero no lo haré porque me da mucha pereza y con una vez he tenido suficiente, gracias. Aún así, ver a Adam McKay, director y guionista de cumbres del humor contemporáneo como El reportero, sostener un Oscar en la mano, me llena de alegría, me da como risa tonta. Me encanta, vamos.
Y mira por dónde que Iñárritu, el mexicano del bendito ego exacerbado, se llevó el Oscar al Mejor Director, segundo consecutivo tras el obtenido por Birdman el año pasado. Con los palos que me han llovido por mi entusiasta crítica de El renacido prefiero no mojarme en cuanto al acierto o desacierto de este premio, sólo diré “¡yupi!” y que lo siento por George Miller, que a sus setenta tacos ha dirigido la película más joven, hiperactiva y potente del año.
Si allá por octubre o noviembre nos hubieran dicho que Spotlight iba a ganar el Oscar a la Mejor Película nos lo habríamos creído sin ningún problema, pues inmediatamente se colocó como favorita. Sin embargo, con el paso de los meses y el transcurso de la temporada de premios, la película de Tom McCarthy perdió fuelle en detrimento de El renacido, especialmente, y con La gran apuesta y Mad Max en la retaguardia. Pero, ¡sorpresa!, o no, Spotlight se llevó el premio gordo. Hablemos de la Iglesia, que de los negros ya se ha hablado mucho. Y los transexuales para otro año, por Dios, que ésta es la gala más sobrevalorada del mundo y hay que mantener las buenas costumbres.
Críticas publicadas: Carol, El hijo de Saúl, El puente de los espías, El renacido, La chica danesa, Mustang.
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