DIARIOS DE CUARENTENA: WHITE LINES
WHITE LINES (2020-), creada por Álex Pina
Lo que pasa en Ibiza, se queda en Ibiza… pero que no vuelva
"La primera serie internacional del creador de La casa de papel" era una etiqueta lo suficientemente llamativa para interesarse por uno de los más recientes estrenos destacados de Netflix, que en estos tiempos de confinamiento está haciendo su agosto particular. Ibiza, DJs, drogas, un caso de asesinato reabierto 20 años después… con estos ingredientes comienza un viaje que de primeras promete llevarnos a Ítaca pero a mitad de camino no nos hacer desear que sea largo, más bien lo contrario.
No arranca nada mal, todo sea dicho. La isla blanca es un escenario propicio para este mejunje de drogas, enredos, orgías, música electrónica, disputas entre familias ricas y corrupción variada (aunque el título escogido no es ni de lejos el más descriptivo o simbólico que podrían haber escogido, más allá de una gracieta visual en el primer episodio). La premisa del asesinato por resolver marca las directrices que dotan de sentido al relato y a sus personajes… pero poco que dejamos el primer acto esa estela se pierde entre la resaca del alcohol y los alucinógenos y el volumen machacón del 'chunda, chunda'. Se entiende un respiro entre pista y pista, lo que ya no resulta tan creíble es que, de repente, la protagonista parezca olvidarse del motivo por el que ha viajado a la isla. Y eso no hay trastorno psicológico, nostalgia o espíritu hedonista que lo justifique.
Se podía saber por La casa de papel que Álex Pina peca de tramposo, que hace del Profesor su deus ex machina en la tierra, que tiene irrefrenables impulsos por sacar un as bajo la manga tras otro… pero también que era meticuloso en ello, o al menos, se esforzaba en parecerlo. Aquí, en cambio, nos viene con un complejo de Edipo sacado de la nada (y que tampoco aporta nada), un supuesto veterano dejando pistas sueltas que ni el más torpe de una comedia de ladrones dejaría, agentes de la autoridad que no se enteran de la misa la mitad, y como colofón, una cutre paráfrasis de Kavafis en el desenlace para intentar justificar la pronta pérdida de rumbo de la serie.
Obviamente, si he terminado la temporada es porque me ha resultado mínimamente entretenida y porque el deseo de conocer la solución al misterio me parecía suficiente para seguir conectado. Por tanto, no voy a tildarla de completo desastre, pero afirmo sin miramientos que me ha parecido una de las decepciones del año. Por otro lado, el único hilo suelto que (aparentemente) han dejado resulta a todas luces insuficiente para la continuidad de la serie, que se empezó a cavar su propia tumba demasiado pronto.