LA SUPERVIVENCIA NO TIENE NADA DE ÉPICA - ‘NOMADLAND’, de Chloé Zhao
NOMADLAND (2020) de Chloé Zhao
Nada más metafórico y simbólico de lo que ha sido 2020 y está siendo 2021 para el cine que el hecho de que la gran favorita de la temporada de premios ponga cara y dé voz a los mayores desheredados de un sistema que, en época de vacas flacas (mucho más crónicas y permanentes de lo que sus altavoces oficiales se dignan en admitir), los expulsa sin piedad hacia sus fondos más bajos. Sí, cada vez resultan menos creíbles esos relatos sobre el "American dream", la impostada cultura del esfuerzo y el falaz discurso de la meritocracia que no hace tanto solían copar los grandes premios de una industria ensimismada, autocomplaciente y autoindulgente, a la que no absuelven sus cosméticos y superficiales ejercicios de compromiso social y político.
Mientras veía Nomadland no podía evitar acordarme de The Florida project, brillante relato sobre la precariedad extrema en la periferia inmediata de una fábrica de sueños irreales como Disneyworld. Frente a esa propuesta "estática", Chloé Zhao nos plantea una road movie, que por momentos se viste de una suerte de western de lo precario. Pero la cineasta china, en esta adaptación del libro homónimo de no ficción de Jessica Bruder, va más allá de una respuesta contemporánea a Las uvas de la ira, pues opta por poner delante de la cámara a nómadas reales (la práctica totalidad del reparto, a excepción de Frances McDormand y David Strathairn) como vehículo para hacer esta historia creíble y eliminar cualquier fantasma de impostura.
La sinceridad y cercanía narrativa, emocional y tonal de Zhao encuentra sus imprescindibles compañeros de viaje en los grandes angulares de Joshua James Richards, que reivindican, en clave casi fordiana, los grandes descampados de la América profunda como último refugio de un sistema que hace tiempo que está caduco; así como en las melodías minimalistas de Ludovico Einaudi, que imprimen a las imágenes la connotación necesaria para dotarlas del significado deseado.
El único talón de Aquiles que se le puede encontrar a esta película es quizás su excesiva linealidad narrativa, la cual, a la vez, puede no ser más que la consecuencia, natural e inevitable, de querer despojar el relato de cualquier atisbo de épica. Pese a todos los momentos emotivos y los finísimos halos de esperanza que nos brindan, Nomadland nos deja claro que la supervivencia diaria es algo demasiado crudo como para vestirla de epopeya. Precisamente en esto mismo radica también la honestidad del relato, que no nos pinta la vida nómada como un camino de libertad elegido en un ejercicio de romanticismo, como un triunfo de quien rechaza las condiciones cada vez más asfixiantes del sistema económico que tenemos, sino como una resignación de aquellos que ya son conscientes de que las crisis y las grandes flaquezas de ese sistema son un hecho estructural y no coyuntural.
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