ÚLTIMO TRAGO DE ZAFIRO AÑEJO - Vuelve ‘BETTER CALL SAUL’
Better call Saul ha sido en estos tiempos recientes como ese viejo amigo que llevamos tiempo esperando encontrar de nuevo. La última vez que se dejó ver fue cuando ya estábamos confinados en casa y ahora viene a despedirse para siempre cuando se elimina casi por completo la obligatoriedad de la mascarilla, apurando así los metros finales del túnel de salida de esta larga pandemia que ha redefinido, inevitablemente, nuestras relaciones con esos relatos de ficción que llegan a nuestras vidas para dejar huella, por pequeña que sea.
La serie que nació como "el spin-off de Breaking bad" no sólo ha conseguido consolidar un estilo y un espíritu propios sino que está haciendo una excelente labor de ampliación del universo de su "serie matriz". Y lo hace principalmente hacia el pasado de esta última, a modo de precuela, pero también, en menor medida, hacia su futuro, con esas secuencias en blanco y negro con las que se abren cada season premiere y cada season finale. Pero precisamente una ruptura en ese patrón establecido ha sido una de los principales alicientes de la primera entrega de esta sexta y última temporada, en formato doble.
En lugar de las habituales secuencias en blanco y negro que nos enseñan el destino de Gene Takavic -nueva identidad de James Morgan McGill después de que el imperio de Heisenberg se desmorone, con la que lleva una vida sin aparentes sobresaltos en Nebraska-, el primer episodio se abre a pleno color, ya sin la presencia física de Jimmy/Saul/Gene, en lo que pronto se revela como su hasta entonces lujosa residencia en Albuquerque, en lo que parece el desahucio ejecutado en su propiedad como parte del desmantelamiento del referido imperio de la metanfetamina.
De entre las virtudes de la madre que mejor ha sabido incorporar la hija se encuentra sin duda en el simbolismo, en el uso icónico de determinados objetos que de seguro tienen (o tendrán) más relevancia que un mero guiño, que una ligera recompensa al espectador atento. Esa misma secuencia inicial que a la que me acabo de referir se cierra con un plano detalle de un tapón de Zafiro Añejo, una marca ficticia de tequila cuya importancia en ambas series ya no hace falta explicar, mientras que la reaparición de dos "viejos conocidos" de la primera temporada viene marcada por ese hinchable de la Estatua de la Libertad que pronto se convirtió en un icono de Saul Goodman en Breaking bad y de Better call Saul en su conjunto. Por no obviar el letrero de ese restaurante llamado El Camino. Y esto no ha hecho nada más que empezar.
Pero centrándose ya en el desarrollo propio y autónomo de la serie hija, en la que hace tiempo que el thriller se consolidó como elemento predominante del relato, por encima de la comedia negra que marcaba la pauta en sus primeras temporadas, su desenlace se bifurca, de momento, en dos grandes frentes: por un lado, la trama de Gustavo Fring y sus aliados para borrar del mapa a Lalo Salamanca, con la fuga de Nacho Varga como vehículo canalizador y puede que hasta Macguffin; y por el otro, el complot definitivo que Jimmy y Kim perpetran contra Howard Hamlin, de lo que pueden acabar saltando muchas chispas.
Para rizar el rizo, en plano final del segundo episodio, que nos va a dejar en vilo durante por lo menos una semana, se nos deja ver que alguien persigue al matrimonio de abogados sin que estos se den cuenta. La navaja de Ockham invita a pensar que se trata del punto de conexión entre ambos frentes narrativos, pero no se debería descartar algo distinto (malo conocido o por conocer), que volviese aún más complejo todo este quilombo. Lo que sí queda claro, echando la vista atrás, es que Vince Gilligan ya tenía este desenlace en mente antes de que la serie fuese siquiera un embrión: en el episodio 2x08 de Breaking bad, en el que vemos por primera vez al personaje de Saul Goodman (no en vano, el capítulo se titular como la serie hija), se puede escuchar al picapleitos más carismático de la ficción televisiva mencionar (a partir del segundo 0:21 del vídeo) tanto a Ignacio (Nacho) como a Lalo, en lo que parece una evocación de una experiencia traumática y/o desagradable de su pasado reciente.
Pero para verdadero enigma, el de Kim Wexler. ¿Quién es realmente? ¿Qué es lo que pretende? ¿Qué va a acabar haciendo? Y lo más importante, ¿por qué desaparece de la vida de Jimmy/Saul? Desde el principio se nos presentó como la voz del ángel en el hombro derecho, como el contrapunto de decencia e integridad en un entorno de hombres sin escrúpulos. Pero sus incursiones como "cómplice necesaria" de las tretas de su amigo, amante y eventual marido, un enigmático flashback que nos llevó a sus años adolescente y, sobre todo, su actitud en el último episodio de la 5ª temporada, cuando revela sus planes maquiavélicos para hundir a Howard, han modificado inevitablemente la percepción de su personaje, ante el que, ahora más que nunca, deambulan todas esas preguntas que el desenlace de la serie responderá…o no. De momento, el marcado uso alegórico de los colores en la serie ya le ha servido a alguno para elaborar una teoría nada desdeñable al respecto.
Y como colofón, lo que puede ser el crossover (aunque más bien sería un "reencuentro retroactivo") más esperado de la televisión del siglo XXI: las apariciones de Walter White (antes de convertirse en Heisenberg) y de Jesse Pinkman en el microcosmos de Better call Saul, que ya ha dejado caer la cuenta oficial de la serie en Twitter. En la línea de lo que expuse más arriba, espero que esos cameos sean algo más que un guiño y contribuyan a ampliar la historia de ambos personajes, como muy hábilmente consiguió El Camino. Se avecinan once entregas apasionantes de aquí al 15 de agosto, fecha marcada para el punto y final.