ANTESALA DE UNA DISTOPÍA - LA CAJA DE CRISTAL (2023) de Asli Özge

LA CAJA DE CRISTAL - Black box (2023) de Asli Özge

La gentrificación de los barrios en el medio urbano del Primer Mundo y todos los problemas que acarrea empiezan a rozar ya lo insostenible. Un material con un potencial para derivarse en historias que el medio audiovisual, como cronista de su tiempo, no puede desaprovechar. El año pasado la miniserie noruega The architect exploraba las consecuencias más extremas de la especulación urbanística en una distopía de un futuro muy inmediato. Pero esta película habla de un rabioso presente y su propuesta va aún más allá.

Pocos signos más indicativos del devenir de las sociedades occidentales en el siglo XXI como el que muchos de los que se creían clase media descubran realmente que no lo son. Con estos mimbres la turcoalemana Asli Özge -apadrinada por los hermanos Dardenne- plantea un thriller de localización única, progresivamente claustrofóbico. La resaca de los encierros pandémicos está aún muy latente, la incertidumbre económica es ineludible y basta un evento sin aparente explicación para que se abra la caja de los truenos en una comunidad de vecinos en la que todos tienen algo que esconder.

Precisamente esa falta absoluta inicial de información y las sucesivas revelaciones que se van produciendo son el MacGuffin con el que la directora va dirigiendo la atención de los protagonistas (y del espectador, naturalmente) mientras subyace el verdadero núcleo semántico del relato, el meollo de todo esto, que no es más que la guerra del último contra el penúltimo -promovida por los cipayos de los de arriba, naturalmente-, el "sálvese quien pueda" más descarnado. Y en definitiva, la concatenación de situaciones personales precarias que, en un contexto de creciente incertidumbre, llevan a la gente común a tomar decisiones nada ortodoxas.

Las turbulencias geopolíticas que está viviendo el entorno inmediato de la "cómoda" Unión Europea nada más salir de esa larga noche de piedra que fue la pandemia (invasión de Ucrania por parte de Rusia, yihadismo, etc.) son los ingredientes que utiliza la directora para tejer esos "desvíos de atención", pero a la vez le sirven para construir una radiografía más completa del estado de la cuestión. Quizás la pega sea que ese juego de percepción, unido a la indeterminación entre una coralidad "pura" y unos protagonismos claros y fuertes le restan al relato algo de mordiente, de capacidad para mantener in crescendo esa pulsión narrativa y discursiva.

Ahora bien, el tenso desenlace y, sobre todo, el enigmático epílogo, nos dejan con muchas más preguntas que respuestas. Pero eso no lo digo en sentido negativo, sino todo lo contrario. La amenaza de que todo salte por los aires se siente inminente y así la película nos deja en lo que pretende la cineasta: la antesala de la distopía que puede que más pronto que tarde estemos todos condenados a vivir.

Ficha técnica

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