LA DRAGONETA AVANZA, PERO RENQUEA - LA CASA DEL DRAGÓN
LA CASA DEL DRAGÓN - House of the Dragon: 2ª temporada
(AVISO: el texto contiene spoilers)
Hace dos veranos los amantes de Juego de tronos estuvimos de enhorabuena: disfrutamos de una nueva serie de fantasía épica basada en el universo creado por George R.R. Martin, que nos ayudó a cubrir una buena parte del vacío que la serie más popular de la década pasada nos había dejado tras su despedida, apenas tres años antes y con toda una pandemia de por medio. Las sensaciones de la temporada inaugural de La casa del dragón eran bastante positivas, "a las puertas del notable alto", como afirmaba entonces quien suscribe estas líneas. La Dragoneta arrancaba con fuerza. Pero de su nuevo viaje, lamentablemente, no podemos decir lo mismo.
La segunda temporada de cualquier serie con un horizonte de varios años de duración que se precie suele ser la prueba del algodón, la de la reválida, la de la consolidación más allá del "efecto novedad”, de no quedarse en flor de un día. Y en el caso de la segunda serie del universo de Canción de hielo y fuego, si bien me parecería excesivo calificarla de gran decepción, esta consolidación parece quedarse muy a medias, sin que pueda resistir las comparaciones con su notable debut.
Y los motivos de este cambio tan marcado de sensaciones se incardinan precisamente en la "renuncia" a los que precisamente eran los puntos más fuertes de esa primera temporada. El evidente e incontestable núcleo del relato, la rivalidad entre Rhaenyra y Alicent, se disipa casi por completo, al aislar a cada uno de estos personajes, cada uno a su manera, e incluso apartándolas (sobre todo a la reina madre) del ejercicio del poder, sea a la luz o a la sombra. Y nada mejor para demostrar que esto ha sido un cambio a peor al analizar cuáles han sido los mejores momentos de esta irregular segunda temporada: efectivamente los dos encuentros, inesperados, entre ambas, en el ecuador y en el desenlace.
Pero el menor peso, moral y semántico, de las dos "abejas reina", no es sólo una involución en sí misma, sino que también viene acompañada del otro punto flaco de esta segunda hornada de episodios: el correlativo mayor peso de Daemon, por un lado, y Aemond, por el otro. Primero, porque, sin entrar en la fidelidad al original literario, y especialmente en lo que al personaje interpretado por Matt Smith respecta, sus crecientes tiempos en pantalla se hacen cada vez más anodinos y lastran la fluidez de los episodios. Y segundo, y más importante, porque ambas tramas patinan en lo que constituye la piedra angular de la credibilidad de cualquier relato de ficción que se precie, por muy fantasiosa e inventiva que sea su propuesta: la motivación de los personajes, que en ambos casos se narra de una manera totalmente abrupta, sin apenas construcción de un proceso previo.
Como nota positiva de la temporada (de la deriva de Criston Cole mejor ni hablo), el contrapunto a toda la vida palaciega y sus intrigas que nos han brindado los hermanos Hull, todo un soplo de aire fresco en el plano moral del relato, tanto considerados en conjunto como, sobre todo, cada uno de ellos por separado, tan diferentes y complementarios entre sí. El abrir la mano de la batalla a lomos de los dragones a los "plebeyos", a los desposeídos de este mundo ficticio, ha sido de los pocos aciertos destacables entre tantos errores.
En definitiva, las crecientes intrigas palaciegas y la inminencia de la gran guerra que está por librar no han sido suficientes esta vez para dotar de mordiente y magnetismo a sus episodios, que a pesar de reducir en dos su número (de diez a ocho) han resultado mucho más insípidos, en conjunto, que la primera temporada. Quizás no sea la panacea, pero sí se echa en falta ese gran episodio de batalla con el que nos deleitaba Juego de tronos en el tramo final de cada temporada, pues por el momento La casa del dragón está huérfana de ese "gran evento", que no deberían demorarse demasiado en ofrecer si no quieren que los espectadores comencemos a bajarnos de la Dragoneta.
