SEÑORA PRESIDENTA – VEEP
Que las series de televisión nos desbordan es una afirmación tan obvia como indiscutible. Seguir la pista a todas es una tarea imposible y uno tiene que sudar la gota gorda para seleccionar, cuadrar horarios y sacrificar -gustosamente- buena parte de su tiempo libre y horas de sueño. Tomemos un ejemplo, uno terrible, el mío: sólo en el último mes he visto terminar las andanzas de Alicia Florrick en la maravillosa The good wife (CBS), he devorado de seguido y sin pestañear las segundas temporadas de Unbreakable Kimmy Schmidt y Grace and Frankie (las dos de Netflix, las dos buenísimas), me he puesto al día con Better call Saul (AMC), les he dado una oportunidad a The path (Hulu) y Baskets (FX), y semanalmente he sintonizado para no perderme las nuevas entregas de Modern family (ABC), Big Bang (CBS), Inside Amy Schumer (Comedy Central), Saturday night live (NBC) y, por supuesto, el fenómeno Juego de tronos (HBO). Eso en mayo, y si mis amigos están leyendo esto ahora sabrán por qué no me han visto el pelo en las últimas semanas. Con la agenda televisiva a rebosar, lo lógico es pasar por alto algunas series, por apetecibles que resulten, y enviarlas al baúl de pendientes. Pero hay una que tras cinco temporadas se ha ganado por derecho propio un estatus prioritario del que, sorprendentemente, no goza entre el público, al menos en nuestro país: Veep.
Para quien no lo sepa, Veep es una sátira política de la HBO que sigue las andanzas de la vicepresidenta Selina Meyer (Julia Louis-Dreyfus) en su día a día en la Casa Blanca. A Meyer la rodea un equipo de incompetentes sin escrúpulos capaces de tomar decisiones a nivel nacional basándose a menudo en intereses egoístas que buscan únicamente perpetuarse en el poder y conseguir votos a cualquier precio. Podría decirse que es como House of cards (HBO), con muchas más risas pero igual de terrorífica. La serie le ha dado cuatro años consecutivos el Emmy a la Mejor Actriz a Dreyfus, dos al Mejor Actor de Reparto para Tony Hale y, finalmente, el año pasado se alzó con el galardón a la Mejor Serie de Comedia, acabando con el reinado de Modern family en la categoría. La crítica especializada la considera una de las mejores y más desternillantes ficciones televisivas de la actualidad. ¿Por qué, entonces, no ha despertado apenas interés en nuestro país?
Puede ser que su tema central, es decir, la política, más concretamente la política estadounidense, resulte para algunas personas demasiado ajeno y alejado de nuestras vidas. Seguimos con atención las campañas de Trump, Clinton y Sanders, pero a la hora de ver ficción, especialmente comedia, hay gente que prefiere invertir su tiempo en historias que no tengan que ver con elecciones, gabinetes y presidencias de países extranjeros. Ya le sucedió a Parks and Recreation (NBC), otra excelente comedia de tintes políticos que no ganó demasiados adeptos en nuestras tierras, y eso que el humor de aquella era más accesible y menos amargo. Se ve que la política, para algunos, no es cosa de risa.
Hay otro argumento que justifica el poco seguimiento de Veep: sus personajes pueden generar antipatía y rechazo. Es cierto que estamos acostumbrados a protagonistas de discutible sentido ético y comportamientos mezquinos: Don Draper es un machista alcohólico incapaz de ser fiel, Walter White es un fabricante de droga responsable directa e indirectamente de decenas de muertes, Frank Underwood ha dejado un rastro de sangre en su camino a la Casa Blanca, Tony Soprano es un jefazo de la mafia... Pero, de nuevo, nos encontramos con la barrera del género. Y me refiero al género en ambos sentidos: no toleramos personajes malvados en el género comedia ni en el género femenino. Selina Meyer es una villana protagonizando una comedia negrísima, tan despiadada en su visión de los tejemanejes políticos que uno sospecha que debe parecerse mucho a la realidad. Una mujer sin escrúpulos (¡habrase visto!), en un puesto de poder (¡por encima de mi cadáver!) que, encima, hace reír (¿será posible?).
Veep llega a su quinta temporada, la primera desde que su creador Armando Ianucci (In the loop) abandonara el barco, y lo hace con la misma energía de siempre y las mismas ganas de molestar, de herir, de mostrar la política como algo de lo que reír por no llorar. Es la serie más ácida y mordaz que uno puede encontrarse en televisión, poseedora de algunas de las mayores perlas televisivas ("si los hombres se quedaran embarazados podrían practicarse abortos en un cajero automático") y elaborados insultos ("utilizarte para trabajos de inteligencia es como usar un croissant como consolador: no cumple su función y, además, lo deja todo hecho un desastre").
Así que haz el favor de rescatar Veep del baúl de las series pendientes y ponte al día. Quizás, para cuando acabes, verás que todos esos sinsentidos de Juego de tronos podían haber terminado con Selina Meyer al frente de los Siete Reinos. O, lo más probable, habrían muerto todos ya.
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