UNA EFICAZ DENUNCIA AL SISTEMA – ‘EL SÍNDROME DE CHINA’, de James Bridges

EL SÍNDROME CHINA – The China Syndrome (1979) de James Bridges 

Para la realización de El síndrome de China su director James Bridges se basa en un hecho real ocurrido en una planta nuclear, aspecto  que convierte al film en un alegato de denuncia sobre los riesgos que exponen este tipo de prácticas insertas en tiempos en los que Estados Unidos (a finales de la década de los setenta) atravesaba profundos conflictos sociopolíticos.

Esta película resulta un acercamiento similar al que años después realizarían Mike Nichols para Silkwood o Steven Zaillian para Acción civil. Incluso pueden rastrearse semejanzas con el ejercicio llevado a cabo por Steven Soderbergh para Erin Brockovich. La trama cuenta la peligrosa travesía que emprenden dos periodistas, quienes descubren una falla en los sistemas de seguridad de una planta nuclear, lo cual supone un riesgo de grandes proporciones para los habitantes de la zona.

De esta forma, el film se adentra en terrenos del thriller de denuncia indagando acerca de los intereses políticos detrás de este supuesto accidente, hecho cuyas connotaciones se adelantan casi una década a la tragedia ocurrida en Chernobyl. El síndrome de China no pasó desapercibida y obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar, entre los que se incluyen Mejor Actor, Mejor Actriz, Mejor Guión Original y Mejor Diseño de Producción. 

El veterano Bridges echa mano de sus dotes de guionista mediante un sólido pulso narrativo para estructurar un film que a 40 años de su estreno no ha perdido vigencia, conformando un thriller tenso y sin concesiones. La historia que se cuenta es verídica (el accidente del Three Mile Island de Pennsylvania) y, por lo tanto, su adaptación cinematográfica resulta en un drama repleto de suspense y emotividad, cuyos constantes disparadores narrativos permiten dispares perspectivas. El espectador podrá observar el hecho en cuestión desde una focalización cuyas marcas de enunciación proveerán suspense a granel. Dada esta virtud, el relato es intrigante, trepidante y eficaz en mantener la atención de forma permanente en sus dos horas de duración.

Valiéndose de los escandalosos resabios que dejó tras de sí este acontecimiento ocurrido, el director otorga al film una orientación tal de manera que queden en evidencia los pormenores del suceso: los intereses que manejan los medios de comunicación masivos cobrarán peso. El poder de la noticia, la velocidad de la información y la tergiversación de la misma no ha perdido un ápice de actualidad para los tiempos interconectados que hoy transcurren.

La transitada y bulliciosa ciudad de Los Ángeles resulta el marco de ambientación perfecto, al servicio de la vorágine del relato. Esta atmósfera que El síndrome de China consigue crear y sostener resulta sumamente enriquecedor para la historia y se acerca -aunque en menor medida- al que diera Sidney Lumet en la memorable Network en 1976, de cuyo mordaz tono puede rastrearse alguna influencia.

El elenco reúne estrellas de la talla de Jane Fonda (Klute), Jack Lemmon (Desaparecido) y un jovencísimo Michael Douglas (Wall Street). Fonda -como la osada periodista- y Lemmon -como el atribulado empleado de la planta- entregan actuaciones veraces y sólidas. En tanto que Douglas, proveniente del ámbito de la televisión gracias a la exitosa Las calles de San Francisco, se coloca en la piel de un inexperto fotógrafo mostrándose por primera vez en las grandes luces de la gran pantalla.

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