LA SUERTE ES NUESTRA - ‘GOLPE DE SUERTE’, de Woody Allen
GOLPE DE SUERTE - Coup de chance (2023) de Woody Allen
Cada vez que un cineasta de avanzada edad presenta una nueva película, los posibles signos de cansancio o repetitividad en el tramo final de su carrera pasan a un segundo plano ante la posibilidad de que esa nueva película, por un motivo u otro, pueda ser la última. Si encima ese cineasta es nada más y nada menos que Woody Allen, genio incontestable y uno de los autores predilectos de esta casa, no hay excusa que valga para no disfrutar de su ultimísimo estreno en cuanto se tenga la posibilidad.
En su primera película de habla no inglesa -en su adorada Francia, como no podría ser de otro modo-, el neoyorquino reitera una fórmula que, en esencia, no ha dejado de practicar en toda su carrera: plagiarse a sí mismo, volver a tramas maestras, núcleos temáticos y mecanismos narrativos que ya ha explorado -con éxito- en otras ocasiones, para ofrecerlos una vez más lo mismo… pero que siempre aporta, siempre consigue, por lo menos, atraer nuestra atención. El director parte de su género más transitado, la comedia de enredos, para hibridarlo con la intriga, en la línea de lo que ya hizo en Delitos y faltas y en el reverso oscuro de esta, la excelente Match point, pero todo ello sin salir del clima general de comedia de Misterio asesinato en Manhattan o Scoop. ¡Si hasta es capaz darle una vuelta de tuerca interesante al tan manido lugar común de la relación complicada entre maridos y suegras!
Al mismo tiempo, al igual que en Match point y, en menor medida, Scoop, la suerte, la casualidad, los golpes de fortuna son el elemento pivotal de la película, tanto en lo puramente narrativo, funcional, como en lo significativo: desde su catalizador, un encuentro casual y fortuito, en su primerísima escena -de nuevo, el genio de Brooklyn no pierde el tiempo en miramientos ni en preliminares prescindibles, como tiene que ser-, hasta su desenlace final. La suerte, además, explorada en toda su dimensión, tanto en su vertiente positiva -un encuentro, en una gran urbe como París, de dos personas entre las que hubo hace muchos años una tensión romántica no resuelta-, como en la negativa, la oscura -la posibilidad de que un criminal se vaya de rositas… o no-. Todo ello decorado con elucubraciones literarias, muy oportunas, surgidas del propio presente del relato.
La película tarda un acto y buena parte del segundo -básicamente, lo que tarda en transitar al thriller- en desprenderse de ese aroma no a rancio, pero sí a repetitivo, de "película mil veces vista", incluso, por momentos, de telefilm de sobremesa -algo a lo que contribuye, desde nuestro punto de vista localista, un reparto poco conocido fuera de Francia-. Eso sí, cuando se libera de ese velo, sin necesidad de pirotecnia ni grandilocuencia visual o sonora alguna, se empieza a notar que no se trata de un film dirigido por cualquiera. Si bien se suele destacar a Allen más como guionista o como director de actores antes que en otros aspectos de la realización, a partir del giro a la intriga se empiezan a notar sus grandes virtudes detrás de la cámara y en la sala de montaje, pues sin recurrir a aspavientos logra crear una atmósfera de tensión creciente y progresiva… pero, al mismo tiempo, sin abandonar esa estética general de comedia ligera que domina el metraje de principio a fin. Un fenómeno del buen hacer, del oficio cinematográfico en su esencia más básica.
Realmente la suerte es nuestra, del público, de poder seguir disfrutando cada poco de las películas de uno de los mejores cineastas de la historia, a sus casi 90 años, y que siempre suponga una experiencia agradable, positiva. De que nunca se canse de hacer lo que mejor sabe y lo que lleva décadas gustando a millones de espectadores en todo el mundo. De que haya siempre algún productor entusiasta en el mundo dispuesto a hacer realidad algún nuevo proyecto. Y encima, de poder ver su nueva película de turno en ciudades pequeñas, donde la oferta de exhibición cinematográfica convencional camina sobre una fina cuerda a decenas de metros de altura, y con suerte en versión original. Insisto, muchas veces damos esto por sentado y no nos percatamos de lo afortunados que somos y de que quizás, en un futuro no demasiado lejano, esto deje de ocurrir.