100 AÑOS DE DISNEY: LOS CLÁSICOS DE NUESTRA INFANCIA
El pasado lunes, 16 de octubre, se cumplieron 100 años del día en el que los hermanos Walt y Roy Disney fundaron en Hollywood la compañía que lleva su apellido y que, un siglo después, se ha convertido en uno de los mayores gigantes corporativos del sector audiovisual. Una centuria en la que, con sus más y sus menos, y con todas las legítimas críticas aparte, ha hecho honor a esa definición del cine como fábrica de sueños. Por ello, cuatro habituales de esta casa nos damos cita para hablar de esos clásicos de la casa de Mickey Mouse y compañía que marcaron nuestra infancia.
FANTASÍA - Fantasia (1940) de VV.AA. (Áitor Nova)
En mayor o menor medida, todas y todos amamos y odiamos a Disney. Odiamos ese puritanismo inherente que han conseguido colarnos incluso en nuestra infancia más adulta con Star Wars o Marvel, pero a la vez esa marca en la infancia real nos hace amar a la Casa del Ratón. Podría hablar de El rey león, la primera película que vi en cines, el extinto Cine Galaxias de Cangas, pero creo que en mi subconsciente la película Disney que siempre me ha fascinado, y no sé hasta qué punto ha marcado un poco mi profesión adulta, es Fantasía.
Seguramente recuerdes el fragmento El aprendiz de brujo, con Mickey Mouse intentando aprender los trucos de magia de su maestro, el hechicero Yen Sid, pues la simple presencia de Mickey ha convertido a este en el segmento estrella de la película. Pero en mi mente de niño lo fascinante, no sé si por la música, la animación, o la mágica conjunción de ambas, eran La consagración de la primavera (veamos, salían dinosaurios extinguiéndose, como para no recordarlo...) y el casi horror que generaba ese doble segmento que cerraba la antología, Una noche en el Monte Pelado/Ave María.
Fantasía es el ejemplo perfecto de cómo el cine y la música clásica pueden ser instructivos y divertidos. El ejemplo de que Walt Disney era un genio. Felices 100 años.
El Pato Donald y el Cinexin (Iago Hermida)
Mi primer impulso, cuando Julio propuso la colaboración en este artículo, fue declinar la oferta. No soy un gran fan, ni siquiera buen conocedor de la obra de Disney: la gente se suele sorprender de que nunca haya visto clásicos que me habrían correspondido generacionalmente, como El rey león, Aladdín, La bella y la bestia… y así un largo etcétera.
Sin embargo, me pongo a pensar, y sí tengo al menos dos buenos recuerdos asociados a esa fábrica de la animación. El primero, es disfrutar de alguno de sus clásicos dibujos animados en pases televisivos. Siempre me hizo especial gracia el Pato Donald, recuerdo reírme de pequeño con sus rabietas y su cara congestionada de ira, capítulos que solían acabar con el pobre diablo recibiendo una cura de humildad, y riéndose de sí mismo y su temperamento voluble. El segundo recuerdo es descubrir un viejo Cinexin en mi casa, con fragmentos de películas Disney que reproducía en aquel proyector de juguete. Todavía puedo verme a mí mismo pasar ratos embobado, dándole a la manivela hacia delante y atrás, haciendo que Peter Pan combatiese piratas una y otra vez, a diferentes velocidades, sobre la pared de mi habitación, experimentando un fragmento, encapsulado en el tiempo, de esa magia del cine que asociamos a la animación de Disney.
ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS - Alice in Wonderland (1951) de Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske (Maximiliano Curcio)
La adaptación de la obra de Lewis Carroll se convirtió en una de las apuestas más importantes de Walt Disney, dueño de una filmografía que evoca mundos mágicos llenos de fantasía y de una imaginación a prueba de límites. Inspirada en los clásicos Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo, el film relata la historia de Alicia, quien se embarca en un viaje fantástico que la llevará a descubrir su verdadero destino y poner fin al reino de la terrorífica Reina Roja. Incorporando los personajes, elementos narrativos y un despliegue visual sorprendente, la factoría Disney trajo una aventura completamente novedosa.
La obra literaria creada por el magnífico Lewis Carroll representó en su época una fuerte alusión a temas políticos, una mirada al sistema educativo de por entonces y algún que otro elemento autobiográfico del autor. El país de las maravillas que se describe en la historia es creado jugando de manera inteligente con la lógica, de una forma que la obra ha llegado a tener popularidad trascendiendo la propia literatura, allí donde aparecen algunos de los personajes más famosos de Carroll, emblemáticos en la literatura anglosajona, quienes han cobrado importancia suficiente para ser reconocidos fuera del país de Alicia.
Recibida con gran rechazo entre los incondicionales de Carroll, los críticos literarios y de cine británicos acusaron a Disney de "americanizar" una gran obra de la literatura inglesa. La película tuvo fría recepción en la taquilla y fue notable la decepción en su estreno inicial. Pese a un marcado conservadurismo del sector crítico, con el tiempo -como con tantas otras películas en la historia- el film fue revalorizado.
LA BELLA Y LA BESTIA - Beauty and the Beast (1991) de Gary Trousdale y Kirk Wise (Julio C. Piñeiro)
Nunca recuerdo haber anhelado tanto un regalo de Navidad -al menos, de cuando aún creía en "esas cosas"- como aquel 25 de diciembre en el que, con apenas cinco años (o seis, ya he perdido un poco la cuenta) me encontré debajo del árbol, convenientemente envuelto en papel colorido pero con un forma que no ofrecía mucho lugar a dudas, el VHS de La bella y la bestia. Por fin podría ver en versión animada esa misma historia que venía disfrutando en un libro ilustrado desde tiempo antes. Imaginaos la felicidad que tenía que estar sintiendo en ese momento... y en cada nuevo visionado, que fueron tantos que la cinta se acabó viendo con esas rayas grises de desgaste que los formatos digitales consiguieron erradicar.
Más allá de lo potente de su mensaje (aunque también muy cuestionado, dentro de la crítica a la factoría Disney como gran correa de transmisión del peligroso mito del amor romántico), de lo legendario de sus canciones, y de la impecable factura visual, lo que quizás mejor haya envejecido de este clásico de la animación haya sido lo logrado de sus objetos animados que cobran vida: Lumière, Din Don, la señora Potts, Chip... Personajes carismáticos que, con permiso de Pixar (casa que pertenece al gigante Disney pero mantiene un marca y sello diferenciados), no han tenido parangón más de 30 años después, prueba viva de ese potencial singular de la animación que la acción real, con todos los avances tecnológicos, aún está lejos de igualar. Es más, ese fue uno de los pocos aspectos con los que la versión de Bill Condon con Emma Watson de 2017 no pudo resistir la comparación, pese a que, en su conjunto, me hizo revivir en la gran pantalla la feliz sensación de aquellas navidades.
Y vosotros, ¿qué clásicos Disney de vuestra infancia recordáis con más cariño?