UN AMERICANO EN WEMBLEY - TED LASSO
TED LASSO – 2ª TEMPORADA
Hubo un tiempo en el que el buenismo impostado hegemonizaba la TV anglosajona y se hacía necesario un cambio de paradigma, que oportunamente coincidió con la explosión de la llamada "edad de oro" de las series de TV: de intachables policías, médicos y abogados y bonachones padres y madres de familia pasamos a Tony Soprano, Dexter Morgan, Gregory House, Don Draper o Walter White. Ahora el paradigma es justo el contrario: en un tiempo en el que las redes sociales se han convertido, hora tras hora, en un agotador campo de batalla dialéctico, máxime tras los efectos devastadores de una pandemia que, lejos de hacernos mejores personas, ha sacado a relucir las peores esencias de la condición humana (en el Primer Mundo al menos), la irrupción de Ted Lasso y todo lo que representa sienta como una bocanada de aire fresco, como la garantía de una sonrisa sincera cada semana. En esto último se agradece que Apple TV+ no haya optado por la fórmula del estreno masivo, que parece haber llegado para quedarse en las plataformas digitales.
Tranquilos, no estamos hablando del buenrollismo pueril y superficial de las viñetas con frases motivacionales de Paulo Coelho ni de las tazas de Mr. Wonderful. La serie de Jason Sudeikis, Brendan Hunt, Joe Kelly y Bill Lawrence expone con mucho acierto las miserias humanas como parte indefectible de la vida a la que hay que hacer frente de la mejor manera posible, y eso el deporte no es excepción. Resulta particularmente destacable, a la par que necesaria, la visibilización de la salud mental en el deporte (recordemos lo sucedido con la gimnasta Simone Biles en los pasados Juegos Olímpicos), retirándole su condición de tabú para tratarla con naturalidad y con la seriedad y rigor que merece, como ha dejado patente la serie con la incorporación de una psicóloga al equipo.
En esta segunda temporada se confirma su transmutación en dramedia, especialmente en unos últimos episodios que han superado el formato de media hora, con vistas de consolidarse de cara a entregas venideras. Ha ampliado el marco de su propio formato y hasta se ha salido tangencialmente del mismo con el ¡Jo, qué noche! particular de Beard en el noveno episodio, absoluta antítesis de todo lo que se pudo ver con anterioridad. En el otro extremo se encuentra el especial navideño, que, pese a la contradicción "térmica" de emitirse en pleno verano, supo a gloria.
El otro gran aliciente de Ted Lasso es su alegato contra los peores avatares del "fútbol moderno". En estos tiempos de proyectos de superligas que alejan definitivamente al fútbol de sus aficionados, de clubes que juntan los cromos más caros a golpe de fondos soberanos de regímenes dictatoriales boyantes por el petróleo y de federaciones llevándose competiciones a Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos mientras pretenden vender mensajes de respeto, tolerancia y rechazo del racismo y la homofobia, unos jugadores profesionales repudian públicamente a un patrocinador por su implicación en negocios turbios y un futbolista antepone el sentirse parte de un proyecto y de un sentir colectivo a una vida de (mayores) lujos al amparo de un magnate caprichoso y megalómano (la parodia de este tipo de sujetos que nos brindaron con el personaje de Edwin Akufo y sus ayudantes fue particularmente hilarante).
Aunque no sea en absoluto necesario ser aficionado al fútbol para disfrutar esta serie con toda plenitud, continúan a dejar caer referencias a personajes de este deporte en el mundo real. Si ya quedaba meridianamente claro que Roy Kent, necesario contrapunto de mala leche a la sonrisa y el buen humor que destila el protagonista, es un trasunto del legendario Roy Keane, la evolución (negativa) de Nate en esta segunda temporada, sus crecientes canas y su nuevo destino no hacen más que recordar a la figura de José Mourinho.
Te guste o no el fútbol, Ted Lasso es la serie que necesitas ver y aún no lo sabes: esto no es un clickbait barato, es la verdad.
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