EL SUEÑO DE NELSON ROAD - TED LASSO
TED LASSO - 3ª TEMPORADA (¿Y FINAL?)
Las vicisitudes del destino han hecho coincidir en el tiempo la más que probable despedida de Ted Lasso, una serie que, entre otros aspectos, celebra el espíritu de comunidad que yace en el seno del fútbol modesto, con el partido de homenaje a la mayor leyenda moderna del Pontevedra C.F., equipo de mi ciudad, de mi barrio. Charles Dias se despedía en una pachanga de veteranos del conjunto granate, entre los que estaban varios de los héroes del ascenso a Segunda de 2004, contra veteranos del Celta de Vigo, club en el que también militó el delantero brasileño. Una fecha muy agridulce, porque el agradecimiento y la nostalgia suponen el broche a un annus horribilis, a una temporada aciaga que se ha saldado con un descenso cantado desde hace meses.
En este contexto, esta última temporada de una de las series más auténticas de los últimos años me servía como vehículo de escape, como evasión de una realidad muy gris. Por momentos soñaba que Pasarón podría ser como Nelson Road, que Juan Señor podría tener el mismo efecto que un hombre simpático y bonachón aterrizado desde las Américas con muy poca idea del arte del balón. Esa historia de David contra Goliath, que para la parroquia granate ya no es más que un lejano recuerdo para los más ancianos del lugar, era el mejor cauce posible para el tercer y definitivo acto de esta aclamada dramedia.
En efecto, más dramedia que nunca, puesto que los episodios se han ido, incluso superado, a la hora de duración. Las risas y el espíritu original se ha seguido enriqueciendo con la introducción de tramas secundarias muy interesantes y una mayor profundidad en el desarrollo de determinados personajes. Empezando con el protagonista, quien, mientras dirigía a un Richmond que se estaba marcando la mejor temporada de su historia, aspirando incluso al título de liga, fijaba en su hijo, su exmujer y su vieja vida en Kansas sus verdaderos objetivos. Siguiendo por una presidenta que, superado ya el rencor y el deseo de venganza contra su exmarido, se erige en antítesis de superligas, jeques y millonetis que no quieren comprender que el fútbol es patrimonio de sus aficionados.
Y fútbol, por supuesto, nada de soccer. Si en la segunda temporada Beard after hours se desmarcaba por completo de los demás episodios, en esta en Sunflowers el que, con una excursión a Ámsterdam, rompe la tónica general, no sin desaprovechar la ocasión para rendir un precioso tributo al fútbol total: desde Rinus Michels a Pep Guardiola (este último realiza incluso un cameo en el penúltimo episodio), punto de inflexión en el juego y los resultados del equipo.
Pero más allá de lecciones históricas y filias por determinados estilos de juego, la serie, sin que esa sea su principal cometido, ha seguido trazando una radiografía sincera y crítica del mundo del fútbol. A sus ya conocidos mensajes contra el "fútbol moderno" (entendido como negocio, sin concesiones), se suman una divertida parodia sobre las divas de este deporte, encantadas de conocerse (Zava, una evidente trasposición de Zlatan Ibrahimovic) o la visibilización de cuestiones que, en pleno 2023, siguen teniendo la vitola de tabú, como la homosexualidad masculina (dentro del campo con Colin Hughes y fuera con Trent Crimm).
"El fútbol es la vida", como diría Dani Rojas, pero detrás de un escudo de fútbol se esconden tantas vidas como corazones sufren en cada partido. Así, la temporada en la que los galgos más se acercan a la gloria, contra todo pronóstico, sirve también para completar el viaje particular de esos personajes que nos han acompañado en este corto pero entrañable viaje. Vemos al cretino mayor (Rupert) quedar expuesto ante la sociedad como lo que realmente es, al mayor talento de Nelson Road (Jamie) desplegar todo su potencial una vez dejada de lado su vanidad, gracias a una sociedad cada vez más estrecha con su nuevo mejor amigo (Roy). Mientras tanto, el hijo pródigo (Nate), una vez saboreadas las mieles del máximo nivel, se redime a medida que se da cuenta de lo que realmente lo hace feliz en la vida, con un inevitable regreso a casa. La otrora niña bonita (Keeley) sigue adelante con su aventura empresarial tras un fuerte traspiés (y la enésima prueba del daño que puede hacer la difusión no autorizada de contenido íntimo) y el excéntrico Beard encuentra definitivamente el amor en Londres.
Pues bien, todo final de trayecto requiere su veredicto, y el mío es clarísimo: me da pena que esto se acabe, tenía ganas de mucho más, pero, siendo honesto, este final roza la perfección, difícilmente podría ser mejorable. El contexto vital personal en el que me enfrenté a este, detallado ampliamente en la introducción de este artículo, me introdujo en un estado de guardia baja emocional en el que casi se me resbala alguna lágrima. No le haría ni el más mínimo asco a una posible continuación, o a algún que otro spin off (potencial tiene de sobra), pero el Ted Lasso al que me enganché estos años acaba aquí y ahora. ¡Gracias por el viaje, míster, capi, presi y demás jugadores!
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